Esteban Vilgré Lamadrid
Por Damián Giovino (@DamianGiovino)
Héroe de Malvinas, comandó, como Subteniente, una sección de 47 valientes soldados durante la guerra. Encabezó el último combate contra los británicos que marcó el final de la contienda. Por su actuación fue distinguido con la Medalla ´Al Esfuerzo y la Abnegación´. Dedicó su vida al servicio de la patria, llegando a ser Comandante del Ejército. Trabajó en el Regimiento de infantería de Patricios y fue Instructor en el Colegio Militar. Consolidó el Departamento de Veteranos de Guerra para asistir a quienes estuvieron en las islas, y a sus familias, en la parte mental y emocional, para sanar sus heridas del cerebro, del alma y del corazón, más allá de las visibles, las físicas. Logró cambiar la legislación y crear las Juntas Médicas para Veteranos de Malvinas. Estuvo en la ex Yugoslavia durante los conflictos de la independencia, y en misión en Irak, en tiempos de Saddam Husein. Actualmente es el Director del Museo Malvinas y Fue elegido por Victoria Villaruel para llevar adelante en el Senado el plan de ´Gesta de Malvinas´, que apunta a hacer un revisionismo de la guerra y difundir una versión heroica de la historia, desterrando la imagen asociada a ´pobres soldados´ que fueron humillados por los ingleses. Humanizamos a Esteban Vilgré Lamadrid, hombre de honor, orgullo nacional.
En estos tiempos hay un líder espiritual muy prolífero llamado Sadhguru que hace mucho énfasis en algo que damos por hecho y casi nadie repara: en el milagro de despertarse cada mañana. Hay miles de personas en el mundo, comprobado, que esta noche se van a dormir y mañana no se despiertan; si no somos uno de esos miles, ya arrancamos el día siendo unos bendecidos.
-En alguien como vos, que vio y experimentó la muerte tan de cerca, es algo que debés tener muy presente…
-Tal cual, viví varias situaciones límites en mi vida. En todas las charlas públicas que doy, digo algo parecido. Nadie tiene comprado el mañana. Las personas que pasaron por este plano sin hacer nada, cuando ya no están es como si nunca hubiesen vivido. Vas a un cementerio y ves una lápida en donde el nombre está borrado por el paso del tiempo, el viento, el polvo; por ende, no tenés ni idea quién está enterrado ahí. Uno vive en el recuerdo de la gente que te conoció, en la sonrisa con que te recuerden. Uno sigue viviendo después de muerto, también, por las obras que hizo por y para el otro. Cuando hablo invito al auditorio a hacer el ejercicio de imaginarse a uno mismo en su tumba mirando para arriba y viendo quiénes lo están despidiendo y extrañándolo; a hacer el ejercicio de replantearse qué cuentas pendientes dejo si me muero, a quiénes no les pedí perdón y a quiénes no perdoné, a quién no le dije un ´te quiero´. Hay que ir por la vida siendo agradecido.
-A muchos les debe costar entender a la gente que elige una profesión como la tuya, en donde estás en constante riesgos y expuesto al peligro. Ese riego permanente ¿fue tu combustible para vivir cada momento a pleno sabiendo que podía ser el último de tu existencia? Tener a la muerte tan cerca, se puede convertir en una aliada para valorar la vida y ser humilde.
-Exacto. Vivimos bajo una forma de sociedad de consumismo en donde tenés que ser joven, lindo, exitoso; siempre con parámetros materialistas. Eso nos saca del foco verdadero de la vida y hace que le tengamos miedo a la muerte o que ni se hable de ella. La muerte es una compañera de ruta que viaja al lado de uno y que cuando quiere te lleva con ella. La macana es cuando te lleva y ahí te das cuenta que te quedaron muchas cuentas pendientes. Me pasó a mí mismo, como estuve en situaciones límites y en todas logré salir, me creía omnipotente de que a mí no me iba a pasar nada. A todos nos toca, la vida te da lecciones con cachetazos en la nuca.
-De chico jugabas a los soldaditos, te encantaba leer y aprender sobre historia patria, próceres y batallas. ¿Sentís que tu vocación estaba marcada desde pequeño?
-No, en ese momento no lo sentía así. Me marcaron mis padres. Mi madre, que era docente de inglés, era muy religiosa, siempre resaltando la presencia de Dios, la oración. Me marcaba el ser generoso, buena persona, de ayudar al prójimo, de no ser egoísta. Fui monaguillo en mi iglesia en Dolores. Siempre me encantó leer y saber sobre aquellos que tuvieron actitudes heroicas de diversas maneras. Mi viejo era profesor de historia en la facultad y lo hacía con amor, amaba la docencia y muchas veces llegaba a casa preocupado por un alumno que tenía tal o cual problema. Se iba a las seis de la mañana y volvía a las doce de la noche, pero no dejaba, antes de irme a dormir, de leerme cuentos e historias de próceres nacionales, de caballeros medievales. Todo ese contexto me hizo criar teniendo un sentido heroico de la vida, soñaba ser líder de mi tropa, jugaba con los soldaditos.
Las paradojas de la vida hicieron que uno de los grandes héroes de Malvinas haya nacido de una madre inglesa. En su casa había tazas con la imagen de la reina y hasta había banderas británicas colgadas en los estantes. Sin embargo, reflejando la enorme grandeza de su madre, le inculcó a querer y defender con hidalguía la patria donde él nació: Argentina.
En ´Humanizados´ charlamos con Alberto Crescenti, Titular del SAME, y Juan Carlos Moriconi, Jefe de Bomberos de la Ciudad, y ambos coincidían marcadamente en algo: “Si no hubiera sido médico, hubiese sido guardavidas o bombero. Siempre me di cuenta y sentí que estaba en una posición de ayudar al semejante. Es algo que te nace y uno se entrega”. “Me gusta ayudar al otro, estar al servicio. La vocación de dedicar la vida al prójimo ya viene innata con uno. Si no hubiese sido bombero, habría sido veterinario, guardarpaques o algo vinculado a estar al servicio y cuidado del prójimo, el medio ambiente, los animales”.
-¿Coincidís? ¿Si no hubieras sido militar, habrías seguido otra vocación al servicio del otro?
-Totalmente, coincido ciento por ciento. De chico soy un amante de la fauna, tranquilamente podría haber sido veterinario, biólogo, naturista, ornitólogo. De pequeño en Dolores soñaba con ser guardaparques en la Bahía de Samborombón, cuando todavía ni siquiera se hablaba de ese lugar como una reserva natural. Soñaba con ser veterinario para atender a animales salvajes como los venados de La Pampa. Me regalaban pajaritos y me esmeraba para que estén fuertes y sanos. Cuando terminé el secundario y trabajaba en una fábrica de estanterías metálicas, intentaba ayudar a mis compañeros más humildes. Cuando trabajé en un juzgado de instrucción en Tribunales, le ofrecía un vaso de agua a un preso que capaz hacía ocho horas que no se hidrataba, por más que fuese un delincuente. Siempre me conmovió mucho el sufrimiento humano y animal. Veo un perro y paro. Si no entraba al Colegio Militar, tal vez seguía abogacía, pensando en prestar un servicio para hacer justicia con alguien que lo merecía.
Apenas una muestra que grafica todo esto que Esteban expresó, es la loable ayuda que mantiene con un comedor comunitario de Rincón de Milberg, Tigre, llamado ´El Lugarcito´. Un día, en pandemia, pasó con su auto, lo vio y no dudó en detenerse. A partir de allí, gracias a su corazón y su mano, cambió por completo el destino del lugar: aportando alimentos, materiales para cocinar y obras para mejorar la infraestructura del lugar.
Cuando de desató el conflicto de Malvinas, Lamadrid estaba cursando el último año del Colegio Militar de la Nación y la Guerra precipitó el egreso de su promoción. A partir de ahí tuvo 44 años de servicio en la Fuerza.
-Tu caso fue opuesto al de muchos otros jóvenes que fueron a Malvinas: para ellos fue un infortunio tener que ir, ya que tenían su vida de civil y la guerra se las arrancó de cuajo. Para vos era cumplir un sueño; en parte, para lo que sentías que habías nacido.
-En realidad, es controvertido el tema, porque, aun esos chicos que no pensaban para su futuro ir a una guerra, se presentaron voluntariamente. Todos tenemos nuestros sueños y planeamos la vida en base a eso, pero también tenemos situaciones trascendentes que nos pone la vida en las cuales estamos dispuestos a entregarnos y hacer un sacrificio, como defender a la patria. La guerra la sufrimos todos, los que soñábamos con probarnos en combate y aquel que estudiaba veterinaria y le tocó ir. Todos los que fuimos a Malvinas nos sentimos elegidos entre los millones de argentinos para defender a la patria. Todos los soldados que íbamos en el camión de mi sección, cuando llegamos a Río Gallegos, queríamos que nos crucen a Malvinas, ninguno se quería quedar ahí sin ir a combatir.
En Malvinas, a Esteban le tocó estar al frente de 47 soldados, como Subteniente, de la 3° Sección de la Compañía B del Regimiento de Infantería Nº 6 ´General Viamonte´. El 14 de junio tuvo la misión de comandar y encabezar en la primera línea en el último combate de la guerra. Les dijo a sus suboficiales que sabía que ellos tenían miedo, porque él también lo tenía y que era consciente de que esa era la noche más cruda que deberían atravesar. Les explicó que seguramente muchos, incluido él, no iban a ver la luz del sol al día siguiente, pero que había soldados que estaban esperándolos en la oscuridad y que confiaban en ellos para ir en su apoyo. Les pidió que cuidaran a cada uno de sus compañeros, tanto como él los iba a cuidar a ellos. Sabiendo que el combate y la guerra estaban perdidos, igual expusieron sus vidas. “Fue conmovedor ver cómo todos me siguieron”, contó.
-Dijiste una vez que en la Infantería nadie da la vida por alguien que no respeta. Para liderar y ser creíble hay que tener conocimiento sobre lo que estás haciendo; pero, sin valores humanos, nadie se encolumna detrás de vos y te sigue. ¿Cuáles son los primordiales para ser un buen líder?
-No sé si me siento con la capacidad de definir qué es un buen líder, pero lo que he utilizado toda mi vida es el ser autentico, humilde, sincero con los que te rodean, comprometido con tu equipo, cuidadoso con tu conducta y acciones. Yo no sé si fui un buen jefe en Malvinas, por una cuestión lógica de que era cadete de cuarto año del Colegio Militar, no tenía experiencia para tener todos los conocimientos técnicos y tácticos para conducir en una guerra. Lo único que me ayudó con mis soldados fue haber sido auténtico y sincero. Si iba al pueblo, venían todos conmigo, sino no iba ninguno. Hasta el día de hoy con quienes fueron mis soldados en Malvinas, me siento en la obligación moral de ayudarlos si necesitan algo, de escucharlos, de estar atento a todo lo que les pueda pasar, no los puedo defraudar, porque ellos estuvieron dispuestos a dar la vida por mí en la guerra. Ellos me enseñaron a ser jefe. Como líder, tenés que siempre dar testimonio.
Dijo alguna vez Esteban: “ser soldado es una profesión de amor: a la Patria, a nuestra sociedad y, sobre todo, a nuestros subalternos. Nadie da la vida por un egoísta, el soldado marcha a la guerra por el camarada que está a su lado y nada más importa, solo el amor entre hombres, al que llamamos camaradería, logra ese estado ideal”.
-Parece un oxímoron, porque en ojo de algunos civiles, ser militar es realizar los actos más violentos que existen como matar a otra persona, estar en conflicto armado permanente con terceros. Sin embargo, pocos seres deben experimentar el concepto de amor genuino como un militar.
-Tal cual, es un oxímoron. Si vos no entendés la profesión de militar de esa manera, usas el uniforme, pero no sos soldado. Es una profesión que te exige el sacrificio como dar tu vida por la patria, pero si no es una guerra, en la vida misma tenés que dar testimonio de ese comportamiento, para eso sos un soldado. El soldado debe expresar con total sinceridad sus pensamientos a quien lo conduce, sin especular, pagando los costos. Uno no puede poner en juego su buen nombre y honor, dando un paso al costado si eso está en riego; eso también es dar la vida por la patria, no solo ir y morir en combate. El militar entiende el amor, porque entiende más que nadie el valor de la violencia. Como dijo Carlos Pellegrini, vos sos un león enjaulado que el estado tiene para hacerse valer. Pero el militar es el único que sabe los costos que implica ejercer esa violencia y lo sufre su familia, que sabe, siempre, que está en segundo lugar. Luego de Malvinas pasé seis años seguidos sin poder festejar el día de mi cumpleaños con mi familia, lo mismo con cumpleaños de mis hijos, navidades que no estuve. Cualquier país serio está orgulloso de sus soldados.
Y un amor aún más honorable que experimenta un soldado, es el amor por el adversario, a quien va encomendado para matarlo, y, así y todo, siente amor al saber que es su prójimo. Como el propio Esteban cuenta: “El verdadero soldado no siente odio, entiende que quien está en frente no es su enemigo, es su adversario, y sólo hasta que termina. Los británicos fueron Camaradas que les tocó estar del otro lado y cumplir la misma misión que me tocó a mí. En Malvinas teníamos enfrente a soldados profesionales que uno sabía que si caía lo iban a atender. Mis soldados están agradecidos a los británicos porque cuando fuimos sus prisioneros de guerra, nos trataron con caballerosidad y profesionalismo. A mis soldados heridos los evacuaron y atendieron soldados británicos. Hace poco vino de visita al país el médico cirujano que atendía una posta médica británica en Malvinas y uno de mis soldados fue exclusivamente a verlo para agradecerle porque él fue el que lo operó y le salvó la pierna. Yo mantengo contacto con soldados británicos, por ejemplo, El teniente Robert Lawrence, Hablamos mucho por Facebook, y yo, que fui su rival, lo convencí de que terminara de hacer su tratamiento de estrés postraumático. Solo un soldado puede entender que a quien vos mismo le pegaste un tiro, luego querés salvarle la vida. Por eso hay una oración que dice: ´Pon calidad en mi corazón para que mi tiro sea certero, para que no sufra´”. Al día siguiente de la derrota al entregar el armamento a un Capitán del Comando 45 británico, este les dijo: ´pelearon bien, ahora: buena comida, buena cerveza, buen descanso y a prepararse para la próxima´.
-Una vez dijiste: ´cuando experimentás el horror en 1ra persona, te volvés más humano o te volvés resentido´. El ser cada vez más humano, te vuelve más sensible y permeable a ciertas cosas. Paradójicamente, las personas que más sienten, a veces son las más frías al ojo burdo del resto de la sociedad. ¿Te pasa algo así?
-Es interesante ese punto. Soy muy sensible y he tenido que pagar altos costos personales por eso. He visto mucho sufrimiento en mi vida. A la gente que diciente conmigo, la llamo y le pregunto por qué dijo tal cosa. Nunca lucré con la causa Malvinas, por el contrario, hice muchos sacrificios en todos estos años. Soy muy sensible y me golpea cuando me pegan bajo, me duele cuando se dicen cosas que no son ciertas, que ensucian tu buen nombre, no estoy preparado para eso. Algunos, incluso algún que otro combatiente de Malvinas, no entendieron los enormes sacrificios, incluida la muerte de mi esposa, que tuve que hacer para llevar adelante el Centro de Salud de Veteranos de Guerra. No entendieron todo lo que pude lograr gracias al esfuerzo de golpear puertas, de patear puertas, porque para cambiar paradigmas hay que patear puertas, no golpearlas. En un país de egoístas en donde muy pocos se exponen a patear puertas en pos de un fin noble, yo lo hacía.
La mezcla de humanidad y frialdad, en Esteban se refleja a la perfección al recordar lo que hacía en Malvinas los días en que más olfateaba la muerte: se higienizaba en exceso con agua helada para Para que el cuerpo estuviera limpio y pulcro cuando lo viera muerto su madre. Él prefería morir antes que regresar como un cobarde porque no iba a poder mirar a la cara a su padre, otra muestra de humanidad y frialdad.
Vilgré Lamadrid consolidó el Departamento de Veteranos de Guerra del Ejército para asistir a quienes estuvieron en Malvinas, y a sus familias, en la parte mental y emocional, para sanar sus heridas del cerebro, del alma y del corazón, más allá de las visibles, las físicas. Logró cambiar la legislación y crear las Juntas Médicas para Veteranos de Malvinas.
-Saber que, gracias a ese trabajo, le salvaste la vida a un veterano, que le llevaste paz al alma de los familiares de algún caído; debe compensar el tener que soportar alguna difamación pública injusta…
– Exacto, eso es lo que te hace sentir que valió la pena tanto sacrificio. Cuando llegué al Centro de Salud de Veteranos, 400 veteranos de guerra habían hecho la junta médica, y luego de mi llegada casi 7mil lo hicieron. Muchas veces cargaba a los profesionales en mi auto y los llevaba a ver a veteranos de otras provincias, y yo les pegaba el viático a los profesionales con mi dinero y ellos venían, en su horario de trabajo o en su tiempo de descanso, porque estaban convencidos de lo que estaba haciendo. Nunca perseguí fines económicos, por el contrario, gastaba dinero de mi bolsillo por la causa. Siempre traté de mantener la memoria y el honor de los caídos. Pagué costos muy altos en estrés personal por todo esto. En medio de esta lucha que llevaba adelante, descuidé muchas cosas personales, sufrí el fallecimiento de mi esposa; fue muy doloroso. Hace un tiempo me replanteé que tengo que pensar más en mí. Soy un militar atípico, nunca me gustó que me den ordenes ni seguir las normas, porque significa que yo no pensé lo que tenía que hacer. Soy rebelde por naturaleza, el más crítico conmigo mismo. Mis amigos siempre se ríen de que justo haya elegido una profesión que implica obedecer, cuando nunca me gustó. Siempre intenté adelantarme con la iniciativa para que no me den órdenes. En una organización estructurada y vertical a veces tratar de ser distinto tiene sus costos. En cada lugar que estuve dentro del ejército, por más pedorro que sea el cargo que me asignaran, siempre logré generar cambios, y esa es mi satisfacción.
En contraposición a los códigos honorables que hay entre soldados adversarios, a Esteban le tocó vivir una situación absolutamente opuesta. En el verano de 1989, fue copado el cuartel militar de La Tablada por un movimiento terrorista enajenado llamado Todos por la Patria (MTP). Tras varias horas de combate, el ataque fue rechazado y dejó un saldo de 32 guerrilleros muertos, y nueve militares y dos policías, fallecidos. Como él recuerda: “el terrorismo les infunde un fanatismo que lleva a relativizar completamente la muerte; la ajena y la propia, sin remordimiento ni arrepentimiento. En Malvinas, teníamos enfrente a soldados profesionales que uno sabía que si caía lo iban a atender; en La Tablada tenía a compatriotas que yo sabía que, si me podían rematar herido, lo iban a hacer. Sabíamos que no podíamos caer prisioneros de ellos”.
– ¿Qué recordás y cómo viviste ese suceso contra aquellos terroristas de izquierda?
-Ese tipo de ataques se fundamenta solo en odiar al otro, un odio visceral. Estaba de licencia en el Hospital Militar para acompañar a mi mujer que, tras haber perdido tres embarazos, logró dar a luz a nuestra primera hija, un premio de Dios. Noté mucho movimiento de ambulancias y al averiguar me enteré del copamiento del cuartel, sin dudarlo cambié mi vestimenta de civil por mi uniforme de militar y acudí voluntariamente en defensa del regimiento. Eso mi esposa siempre me lo recordó. Ella hizo un esfuerzo sublime para acompañarme en mi entrega absoluta hacia la patria.
Sin contar la 1° y 2° Guerra Mundial, nunca en la historia, en ningún otro combate de los numerosos que han tenido, los británicos tuvieron tanta cantidad de bajas, entre heridos y muertos, como en Malvinas. Nuestros héroes provocaron el primer jefe de combate muerto inglés desde la 2° Guerra Mundial hasta hoy. Ninguno de los soldados muertos de la Sección comandada por Lamadrid lo hizo con un disparo en la espalda, todos cayeron con su cara al viento helado y con el pecho en alto desafiando al enemigo, entregando la vida por sus camaradas. Todos estos datos que enaltecen a la máxima potencia al soldado argentino que combatió en las islas, tristemente parece ser más reconocido en Inglaterra que aquí. Por ejemplo, en el libro “No Picnic”, del inglés Julian Thompson, destaca y elogia la actuación de las tropas argentinas, hasta conjeturando que, con algo de suerte, podrían haber ganado la guerra. En otros dos libros de autores ingleses también se destaca el valor del soldado argentino. Todo esto, no contra cualquier adversario, sino contra, para Lamadrid, el mejor soldado del mundo: el inglés.
-¿Qué te genera que en nuestro país los héroes de Malvinas hayan sido tan subestimados hasta hoy en día?
-Me genera dolor porque tengo un profundo amor a mi patria. Si vuelvo a nacer quiero nacer en este país y ser soldado del ejército. No puedo entender tanto egoísmo en mi país. Todas las naciones serias tienen políticas de estado y no se cambian según quién gobierne de turno. Y no te hablo de USA, Canadá o Inglaterra; te hablo de Brasil, de Uruguay. No importa si está Lula o Bolsonaro, Mujica o Lacalle Pou: las políticas de estado no cambian. Acá todo se usa y se modifica para beneficio propio. Estamos en una crisis de identidad, crisis educativa, crisis moral. Cada uno cuenta su historia sesgadamente por su ideología. No hay políticas educativas, política exterior, política de pesca, de nada. Esas cosas son las que hacen que un país deje de ser grande. No hay una imagen institucional. En la política hay un límite y se llama la patria. Hay políticos que hace décadas que están, pero seguro que por el amor a la patria no están. Yo tuve que trabajar muchos años de noche para poder seguir siendo militar, porque el estado parecía que por ser militar te castigaba pagándote sueldos bajísimos. A mí, teniendo el uniforme de Los Patricios, a ver si se entiende: el uniforme de Los Patricios… los que nos dieron el sentido de nacionalidad en 1810; algunas personas me escupían, literalmente, y me insultaban.
“Mis soldados eran muy responsables por ende yo podía darles libertades, ejercían una libertad responsable, cada uno sabía lo que tenía que hacer”, contó alguna vez Lamadrid.
-¿No crees que eso es lo que falta a la sociedad argentina: libertad responsable? Dejar de vivir del modelo paternalista del estado y no ubicarnos en el rol de víctimas permanentes.
-Sí. En la oscuridad de la noche, en el medio del combate, yo sabía que mis soldados estaban ahí, porque confiaba en su palabra. Hoy se perdió el sentido de la palabra, del sacrificio, del ganarte lo que tenés. Tener códigos es no tomar lo que no te corresponde, no hacerle mal a otro. Que el estado, impunemente haga ciertas cosas, no está bien. Que el estado, queriendo mostrar ´caridad´, use a los pobres o a los enfermos para su provecho, qué poco sentido de la moral tenés que tener. Que alguien que no necesita un plan social, igual lo reciba, no está bien. Admiro que aquel que recibe un plan merecidamente, de todos modos, tiene dignidad para querer darle algo mejor a sus hijos, ganado por sus propios medios y esfuerzos. Necesitamos el mensaje claro de los que están arriba que digan: ahora sí vale ser honesto, ahora sí el que hace las cosas mal las paga, si no, estamos complicados.