La moda del Siglo 21: el victimismo y la cancelación
Por Damián Giovino (@DamianGiovino)
El ser humano se mueve regido por modas. La sensación de ´pertenecer´ y ´encajar´ a cierto sistema social, le da seguridad y confianza por sentirse ´aceptado´. Todo estímulo motivado desde el exterior, lo mantiene ´entretenido´ para así evitar tener que enfrentarse a sí mismo. De esa forma gira la rueda del hámster dentro de la matrix. En esta época del siglo 21, impera una moda que se impuso con muchísima fuerza: La Moda del Victimismo y la Cancelación.
Hoy ocupar el rol de ´victima´ en la sociedad parece ser cool, da la sensación de otorgar un crédito de superioridad moral desde donde pararse para juzgar al resto. No es casualidad que esta moda se haya propagado con tanta eficacia: es la manera más fácil de vivir. Victimizarse implica nunca hacerse cargo de nada, atribuir la culpa y desligar responsabilidades a los demás o a algo externo, siempre caer bien parado, siempre encontrar excusas que sostengan ese castillito de arena desde donde se sitúa esa persona para asegurar que el mundo reinante está en su contra. Este ´boom´ encaja perfecto en el sistema que hace décadas y siglos predomina, y que es el negocio de las religiones, políticos y demás entidades del statu quo: preponderar al ´sufrido´. La iglesia católica ha hecho una veneración del ´pobrismo´, aquel que es ´desdichado´, una monótona obediente ovejita del rebaño; ganará el reino de los cielos tras su muerte… eso sí, mientras esté en vida debe ser infeliz. Lo mismo la política: cuanto más en la miseria viva una persona y más ignorante sea, más fácil es tenerla controlada y sacar provecho a costa de ella. El famoso y perverso ´estado paternalista´ que implica decir: ´como vos sos un inválido mental que por tus propios medios no tenés capacidades para crecer, superarte y salir adelante logrando un futuro de prosperidad a costa de tu esfuerzo y de hacer tu propio camino; nosotros (estado) te mantenemos en la miseria e ignorancia, y te proveemos de lo básico que divide la línea entre un humano y un ser primitivo”. En esas condiciones, el ´victimismo´ florece como girasoles en un gran campo en pleno verano. Como expresa perfectamente el siempre reseñable y formidable cabalista, Mario Sabán: “Se creó un culto a la mente victimista. Quien ocupa el rol de víctima, en la sociedad es visto como el ´débil´ y el débil causa solidaridad en el resto; mientras que el que no se pone en ese rol, sino que tiene fuerza en su interior, la sociedad no tiene ninguna compasión por él porque no lo ven débil. Las personas fuertes espiritualmente, reciben el rechazo social. Hay dos problemas para que el alma humana desarrolle su potencialidad: el primero es el autoboicot, pero aquella persona que se supera y que sale adelante pese a la adversidad, no es bien vista por el resto, ahí está el segundo problema. Porque aquel que se impone a las circunstancias y trasciende o logra éxito alcanzando una buena posición, nadie tiene misericordia por él. Aquel que crece y se potencia, parece ser sospechoso para la sociedad. Cuando a alguien le va mal, tiene una enfermedad, ahí sí recibe compasión del entorno. Hay gente que sufre, bloqueada por su propia mente, y también porque el rol social del sufrimiento es bien aceptado”.
Hoy se escucha sistemáticamente el término ´cancelación´. En torno a esa diabólica premisa se ha ido perdiendo el humor. Parece que no se puede hacer humor con nada, que todo daña susceptibilidades y hiere sentimientos. Hoy parece que no se puede profundizar sobre nada, por el miedo que genera las repercusiones de profundizar sobre ciertos temas; es decir: la gente se contiene de expresar una opinión o análisis que elabora en su interior y en su mente por miedo al rechazo voraz y violento de aquellos que, vaya a saber quién les otorgó ese título, son licenciados en juzgar los actos y palabras de los demás. Es decir, estamos en una época que se podría denominar ´la dictadura de la cancelación´. “Si algo a mí no me gusta, te ataco, te denosto, daño tu imagen socialmente”, parece ser el lema de quienes ocupan ese lugar de falso moralismo. Así se va construyendo esta ´generación de cristal´ que prolifera hoy en día: gente (desde muy temprana edad) con grandes desequilibrios emocionales, con una sensibilidad al extremo (mal usada, claro; pues una cosa es la sensibilidad para apreciar el arte y la cultura o para conectar con la naturaleza, y otra es la sensibilidad que nos hace endebles ante la más mínima pavada y nos ´desmorona´). Parece que todo tiene que decirse con eufemismos, matizado para paliar el impacto que puede tener en el otro; vivimos en un cuento infantil. Como nunca en la historia la gente recurre en masa a los psicólogos regida por sus inestabilidades crecientes. En la era donde las dos profesiones que predominan son los psicólogos y los abogados, la gente está cada vez más desequilibrada y el mundo cada día con mayores conflictos… somos una especie muy rara.
Hay quienes edifican desde los escombros, y hay quienes reniegan de una pequeña grieta de un palacio. La vida nos proveerá tristezas, alegrías, sorpresas, golpes, éxitos. De nosotros depende qué hacer con eso y cómo responder con dignidad ante cada situación; ahí radica la diferencia entre las personas: en cómo construyen su impronta. ¿La vida te trata mal o vos maltratás a la vida, a vos mismo y al resto? ¿Estás capacitado para asumir la responsabilidad que conlleva que la vida te trate bien? Preguntas que nos deberíamos hacer. El humano está lejos, muchas veces, de hacerse cargo de su propia vida, responsable de la construcción de su camino, en libertad, en paz, arriesgando, regido por la voz interior y buscando desarrollo espiritual; por ende, generarse problemas lo hace más cómodo, más quieto. Se busca, consciente o inconscientemente, todo el tiempo excusas para vivir ´mal y atormentado´, lo que solo enmascara la verdadera causa: evasivas para vivir en plenitud, porque un ser pleno tiene responsabilidades que no muchos quieren asumir, para ser feliz hay que tener valentía.
Lo peor que le puede pasar a alguien cuyo desarrollo evolutivo espiritual es bajo, es que le vaya bien: ´tener éxito social´; pues será la puerta de entrada al infierno, transitando caminos oscuros. Nunca se sentirá satisfecho y siempre querrá más, porque por dentro está lleno de vacíos y miserias, y, en su virtual realidad, siente que, solo acumulando cosas, dinero y ´prestigio social´, los tapará. Lo moverá la ambición, que es consejera del diablo y enceguece el alma; hasta llegar el punto que nada lo conmueva más que su frenético andar directo al precipicio. Las creencias religiosas son una pequeña ventana. Las ideologías políticas son una diminuta puerta. Los condicionamientos sociales son una ínfima chimenea. Los mandatos familiares son una tenue lámpara que poco ilumina. Todo eso conforma una endeble choza en el medio del bosque. La libertad consiste en poder salir de esas cuatro paredes y apreciar el bosque entero, sintiéndote parte de él.
Llevado a nuestro país, el disparate del ´victimismo´ toca puntos indignantes. La mitad de los chicos están pésimamente alimentados (lo que implica un mal desarrollo de su cerebro para el futuro entre tantísimas otras carencias que le provoca), los jubilados (luego del esfuerzo de toda una vida) cobran miserias y deben rebuscárselas como pueden para cubrir lo básico; pero eso pasa como algo normal, como parte de la coyuntura. Esos niños y abuelos parecen no entrar en el término de ´sector vulnerable´. Ahora, aquella persona que es hombre, pero se percibe mujer; o que no se identifica con ningún género o tantas otras variantes (nada más hermoso que una persona elija lo que sienta, lo que la haga plena; teniendo la aceptación y empatía de cualquiera con un mínimo de desarrollo de conciencia) … esas personas sí se las pone como ´sector vulnerable´.