Pepé Santoro
Por Damián Giovino (@DamianGiovino)
Leyenda viviente y patrimonio del fútbol argentino. Ídolo absoluto del Rojo, pero respetado por todos, más allá de los colores. Por lo hecho adentro del campo bajo los tres palos, por su desempeño como director técnico, entrenador y formador de arqueros, y por, sobre todo, su condición de gran tipo: es uno de los personajes más emblemáticos de nuestro fútbol. A sus 78 años mantiene intacta la pasión. Humanizamos a Pepé Santoro.
En la vorágine del fútbol, donde todo es inmediato, dinámico y, en muchos aspectos, parte de un negocio; es difícil sobrevivir vigente al paso del tiempo. Se crean muchos ´ídolos fugases´ o de moda, que tienen su cuarto de hora en el apogeo, pero que luego, van siendo olvidados y remplazados por otros. Son pocos aquellos que quedan inmortalizados en la historia sin importar el transcurrir de los años y esos son solo las glorias. Pepé Santoro es uno de ellos.
-Has unido generaciones. Un abuelo, hijo y nieto te tienen como ídolo…
-Sí, es algo muy lindo saber que uno pudo trascender generaciones. Lo disfruto. Siento el cariño de personas de muy diversas edades, me lo hacen sentir. Me llena de orgullo porque eso va marcando que lo que uno hizo y sigue haciendo en el fútbol, no es vano.
-También lograste trascender colores, porque si bien sos una leyenda del Rojo, todo el fútbol argentino te respeta…
-Lo noto permanentemente ese reconocimiento en cada lugar que visito. Hace poco estuve en España y había montones de argentinos, de Independiente y de otros clubes, y muchos me demostraban y brindaban su respeto. Estando en Inglaterra me pasó lo mismo, de cruzarme con argentinos y que me digan cosas lindas.
-¿Es cierto que haber trabajado mucho con tu padre en su taller mecánico, ajustando tornillos, bulones, manipulando fierros; te dio una fuerza tremenda en los dedos, manos y brazos que te sirvió para atajar?
-Exacto, fue así. En un partido contra Boca, yo siendo bien pibe, para ellos jugaba de nueve un brasileño llamado Valentín que le pegaba muy bien a la pelota. Me pateó un tiro libre en la medialuna con muchísima potencia al cuerpo y yo la atenacé. La gente en las tribunas se volvió loca. Eso gracias a la fuerza de brazos, que hoy en día los chicos no la tienen tanto. En mi época algunos antes de ser jugadores, o mientras jugaban, teníamos trabajos en los cuales exigíamos nuestro físico y eso nos daba fuerza. Yo trabajaba en el taller y el correo argentino. Raúl Bernao en las barracas de lana. Ir a trabajar, levantándote a las cinco de la mañana, para saber lo que costaba ganarse un peso con sacrificio, hacía que cuando estabas en la cancha o en el entrenamiento, te matases para lograr cosas. Nadie te regalaba nada, todo se conseguía a través del entrenamiento y de aprender de los ´no´. He dejado muchas cosas de lado para dormir temprano, cuidarme, estar descansado; todo en pos de poder rendir. El éxito siempre viene por el trabajo.
-Una vez mencionaste que la pasión es el motor de todo…
-Sí, es así. ¿Sabés qué importante es levantarse e ir a trabajar con unas ganas tremendas? Eso te mantiene vivo, te da ilusión permanente y te motiva.
-Una condición de los grandes es que no se marean ante el éxito, mantienen los pies sobre la tierra y la humildad. Vos lo lograste todo como arquero, ¿cómo hacías para conservar el equilibrio?
– ¿Sabés qué es lo más importante para conseguir eso? Saber con la gente que te rodeas. Si hay gente que se me arrima en busca de mi amistad para sacarme algo o por querer ser amigo del campeón, no la quiero para nada. Aquellos que se te acercan genuinamente y por sentimientos, siempre van a aportar a tu vida y te van a aconsejar para que uno se mantenga por el camino correcto. A veces necesitás una palabra adecuada de la persona adecuada.
-Has dicho que es vital la capacidad de aprendizaje. ¿Esa es, además de las condiciones naturales, la clave para trascender? Observar, escuchar y nunca dejar de aprender por más que hayas logrado mucho…
-Sí. Hay que renovarse permanentemente, sino te quedás en el pasado. Siempre hay cosas nuevas por aprender. Hay que saber observar. Si un chico que está bajo tu cargo nota que vos estás actualizado, se queda tranquilo de que quien le está diciendo ciertas cosas es de fiar y eso te hace ganar su credibilidad. A mí siempre me gustó trabajar mucho. Si un jugador se quejaba, prefería que se quejase porque trabajaba mucho y no porque trabajaba poco.
Cualquier deportista que busque llegar a la élite de la alta competencia, tiene que tener una gran capacidad para sobreponerse a la frustración y al error. Aprender de ellos y salir potenciado. Pero en ningún puesto alguien queda más expuesto y en evidencia ante un fallo que un arquero. Cuando se equivoca, se paga caro.
-Un arquero debe tener una importante fuerza mental, convencimiento y personalidad para convivir con la presión…
-El error existe y es normal. La experiencia y la madurez se consiguen a través de los errores. Amadeo decía que un arquero para ser completo tiene que tener cierta cantidad de errores y goles recibidos, pero lo que hay que tratar de evitar es que no sean todos juntos. Sobre el error tenés que trabajar para no volver a cometerlo.
-Te criaste en Sarandí, jugando en los potreros, andando por las calles. Hoy eso es imposible. Ha ido cambiando mucho la sociedad por la mayúscula inseguridad en que vivimos…
-Así es. Hoy en día si un chico no va a un club, no agarra una pelota de fútbol. Nosotros día tras día vivíamos con una pelota. Nuestros padres tenían la tranquilidad de que eran las ocho de la noche y no pasaba nada en que estemos jugando debajo de la luz del farol. Hoy eso es imposible. Dejar a un chico solo a la calle, que se vaya a juntar libremente con amiguitos a andar en bicicleta; es muy difícil.
-En tu época era mucho el sacrificio para llegar a triunfar, pero, comparado con lo que cobra un futbolista hoy, se ganaba poco dinero…
-En el 74, ya habiéndolo ganado todo con Independiente, yo cobraba 1500 dólares por mes y era uno de los jugadores que más cobraba en el país. No había primas ni nada. Y todos calladitos la boca. Eso hacía que se valore mucho más lo que uno conseguía porque para ganar ese dinero uno tenía que esforzarse mucho.
-Cuándo mirás la vista atrás y ves todo lo que cosechaste, ¿qué sentís?
-Hay personas que están tocadas por la varita mágica y yo siento que soy una de ellas porque se me cumplieron todos los sueños. Mi padre me hizo hincha de Independiente y en ese club empecé a forjar mi historia a los 12 años en que llegué. Tengo la tranquilidad de todo lo que hice. El reconocimiento de la gente es el mejor premio que uno puede tener.
-Además de tus conquistas deportivas, se te reconoce como un buen tipo…
-Eso es algo muy importante. Uno tiene ciertos principios y está criado de una manera que es la de una conducta recta en la vida. Eso es inquebrantable. Hay muchos códigos que hay que respetar y mantener. Si yo quiero que me respeten, lo primero que tengo que hacer es respetar al prójimo. No pensar solo en el porvenir propio. Siempre me limité a mi rol. En su momento atajar, luego ser director técnico y entrenador de arqueros. Nunca me metí en temas de representación ni nada de eso. Solo soy un empleado de una institución que cumple su función.