Clara D´Onofrio

Por Damián Giovino (@DamianGiovino)

Realiza una loable tarea social, siendo la presidenta de la Fundación River, la cual promueve, con notables programas y acciones, la educación y los valores a través del deporte, teniendo una sideral incidencia en los puntos más vulnerables de todo el país, siendo ejemplo para todas las instituciones de fútbol de Sudamérica. Con ella a la cabeza, incontables clubes de barrio y demás entidades comunitarias lograron cambios superlativos. Mujer audaz que se impuso a los prejuicios de ser ´hija de´. Su bondadoso ser interior resalta aún más su natural belleza exterior. Humanizamos a Clara D´Onofrio, ejemplo en la búsqueda de la construcción de una sociedad más digna.

-Ejerciendo una función de responsabilidad y demanda, ¿cómo administrás los tiempos? ¿Lográs encontrar el equilibrio entre lo laboral y lo personal? ¿Sos de esas personas que pese a tener una agenda caótica priorizan espacios sí o sí para uno mismo o la vorágine laboral te consume mucho y te deja poco margen para vos?

-Hace poco participé de una reunión en una empresa por el mes de la mujer y se habló sobre ese tema, sobre la mujer y sus tiempos. No soy madre por lo que no tengo que dividir mi tiempo en hijos. Puedo destinar muchas horas a la labor con Fundación, porque mi trabajo personal (posee un hotel boutique en Palermo) me lo permite, pese a todas las responsabilidades que también conlleva. Cuando hacés algo que te apasiona, sintiendo que podés aportar tu granito, hacés todo con más placer, y eso es lo que pasa con Fundación, me divierte y lo disfruto. Con ambas tareas que llevo adelante me queda poco tiempo para mí. La Fundación realiza muchos viajes, cuando River juga en el interior o el exterior, viajo muchas veces yo, por lo que los fines de semana ya no son tan fines de semana. Repito, al disfrutarlo y sentir que uno puede sumar, todo es llevadero y, sobre todo, al ser una tarea social es muy gratificante ver los resultados. Estoy con la fundación desde el comienzo, así que lo siento como un hijo. En River a veces tenés días eternos, vos entrás al club y no sabés qué puede pasar y no se termina nunca el día, hasta que te das cuenta que estás muerta.

-¿Siempre sentiste una vocación por el servicio hacia el prójimo o a raíz de tu incursión en Fundación descubriste el gusto por el rol social y comunitario?

– Pese a no haber estudiado nada vinculado a lo social, yo soy administradora de empresa, siempre tuve esa faceta de ver cómo poder ayudar. En mi vida tuve la suerte de no pasar necesidades y hacer mucho de lo que quería, por eso siempre mi familia me educó lo valores de ser agradecida e intentar devolver de alguna manera. Me moviliza el poder dar y aportar algo al prójimo. Aquí se unió todo, mi fanatismo por River, la posibilidad de poder hacer algo social y con mi papá siendo presidente del club.

-¿Sentís que tuviste que sortear prejuicios al comienzo? Siendo muy joven, la hija de…, y mujer en un ambiente aún machista.

-Obviamente que cuando me propusieron, a mitad del 2014, sumarme al grupo de Fundación, que ya se había creado en la época de Passarella, mi reacción fue la de pensar que al ser mi papá presidente, no quería mezclar las cosas, porque sabía que podía estar el prejuicio de la gente, por más que son puestos ad honorem. Antes de aceptar lo hablé con papá y me terminé decidiendo. Al principio sentí los prejuicios, pero luego queda en uno el camino que va transitando y cómo te manejás. Nunca saqué chapa por mi apellido, al contrario, siempre el primer llamado para recriminar algo era de mi papá hacia mí, no me cuidaba por sobre el resto, era una más. Ya, tantos años después y con resultados claros a la vista, el que lo sigue pensando es porque tiene una fantasía, yo me siento muy tranquila. Llevo mi apellido con orgullo, pero no me influyó ni para bien ni para mal en este rol que ejerzo. Es un ambiente con mayoría masculina, pero nunca tuve problema alguno por ser mujer.

“Parece increíble, pero acá hay veces que los honestos tienen que dar más explicaciones que los corruptos”, dijo alguna vez el sublime René Favaloro.

-Si bien el tener el nombre River detrás allana muchísimo el camino, ¿sentís que a veces cuanto más querés hacer el bien, más trabas hay? Impedimentos burocráticos y demás piedras en el camino…

La Fundación camina hace diez años en sintonía con River como institución, bajo el mismo sendero de valores y convicciones. Todo se hace más fácil al representar a River porque trasciende un montón de cosas que quizá serían más difíciles de lograr, pero eso te pone una gran responsabilidad de hacer honor y respetar al escudo que estás representando, te obliga a que las acciones y los programas de la Fundación tengan un sustento sólido y no descansar solamente en el nombre River. Hay muchísimo por hacer, es un gran esfuerzo, pero no un sacrificio.  Todo aquí es transparente. Representar a River te abre muchísimas puertas, pero luego hay que estar a la altura.

En la cadena educativa de un niño, un club es el tercer eslabón: primero la casa (familia), segundo el colegio. Hoy en día el club se convierte, en muchos casos, en el primer eslabón, porque en la casa reciben muy malos ejemplos, al colegio no van, lo abandonan o simplemente en la escuela más que educarlos y formarlos como personas, los adoctrinan.

-¿Cómo manejan esa problemática?

-Quedó muy demostrado sobre todo durante la pandemia la importancia de los clubes de barrio. Se han convertido en puntos neurálgicos en la educación de un chico. El método educativo de los colegios ya no está ayornado a los tiempos que corren, no evolucionó al ritmo de progreso de la sociedad. Por eso trabajamos mucho con clubes de barrio de todo el país para su fortalecimiento material y de capacitación, además de las escuelitas que tenemos en lugares vulnerables. En un club de barrio no hay diferencias sociales, económicas, religiosas, étnicas; todos comparten un sentido de pertenecía. Aleja a los chicos de los malos hábitos de la calle. Nosotros no podemos solucionar todos los problemas, pero podemos detectar, a través de seguimientos, el comportamiento que va teniendo cada chico, cuál se comporta distinto y a partir de ahí empezar a hablar con él, indagar los problemas en su casa, en la escuela si es que va; hay un montón de problemáticas. Trabajamos en conjunto con organizaciones locales de cada lugar, y tenemos la obligación de denunciar si hay temas de abusos.

-Cuando un chico se comporta distinto puede ser por algo negativo como los problemas que acarrea de la casa, pero también por algo positivo, los grandes genios siempre de chicos eran los más rebeles, no les interesaba la escuela. Hay que saber captar cuándo un chico, a través de comportarse raro, también está queriendo expresar potenciales no canalizados

-Por supuesto, cuando un chico se expresa de cierta manera, a priori no tan común, buscar entender por qué es. Es fácil decir: ´este chico es un maleducado, no respeta lar órdenes´, cuando lo que le sucede es que está pasando una muy mala realidad en su casa. Muchos chicos expresan en acciones lo que no pueden decir en palabras, por eso hay que decodificar qué es lo que quiere decir a través de tal o cual comportamiento, y acompañarlo, sea por que atraviesa una realidad negativa o porque es un súper genio.

El ser humano es un animal de costumbre y en Argentina naturalizamos lo que está mal. Es palpable la profunda pérdida de valores de toda índole que fue perdiendo la sociedad. Un chico se cría muchas veces en ese contexto de Alegoría de las Cavernas de Platón, tomando como natural todo lo que está mal.

-¿Lo que más cuesta cuando trabajan con chicos es cambiarles las malas costumbres y hábitos?

-Obvio que sí. Por eso en los primeros años solo trabajamos con los chicos, sacando a los padres, porque ellos son los que en las escuelitas de fútbol gritan, meten presión. Luego sí comenzamos a trabajar con los padres, porque nosotros solo tenemos a los niños dos horas por día. Buscamos tener un lenguaje común, hacer talleres para los padres para que ganen herramientas en la comunicación con sus hijos, para que el chico cuando vuelve a su casa luego de haber estado con nosotros, no vuelva hablando un idioma disruptivo que los padres no entienden. Cuando todos hablamos en la misma sintonía, vas generando nuevos hábitos, sacando los malos y generando nuevas oportunidades y alternativas para sus vidas.

Los humanos tendemos a dejarnos atraer por la grandilocuencia, los grandes personajes de la sociedad, pero no reparamos en que, en cada ser, aparentemente ordinario, común y corriente, puede haber un ser extraordinario que, con un humilde gesto o actuar, está realizando un gran aporte a la comunidad y es ejemplo inspirador de dignidad. Una maestra de escuela rural que camina 40 minutos por la puna en Jujuy, en cualquier condición climática, para ir a dar clases, no es menos extraordinaria que un gran músico, futbolista, empresario. Como alguna vez dijo el gran José Saramago: “La persona más sabia que conocí no sabía leer ni escribir”.

-Al recorrer tantísimos lugares vulnerables, debés conocer decenas de estas personas anónimas que son esenciales para la mejora de la sociedad…

-Totalmente, mi papá los llamaba los héroes anónimos. Son personas fantásticas que, sin ninguna formación académica, sin ninguna estructura de recursos ni herramientas de trabajo, más que su buena voluntad, llevan adelante una escuelita. Lo hacen porque ellos de chicos padecieron flagelos, o simplemente porque les nace hacer algo por la sociedad para cambiar la realidad comunitaria de su barrio. Esas son las personas ideales y especiales a las que tenés que apoyar, potenciar y capacitar. Porque nosotros podemos regalarles pelotas, que en algún momento se les van a pinchar o alguien capaz se las roba, pero si, en cambio, nosotros los capacitamos, los formalizamos en su trabajo, les estamos dando herramientas de verdadero valor para el largo plazo.

-En lo personal, para tu enriquecimiento del alma, ¿esas son las personas que más te aportan?

-Por la formación que uno tuvo la suerte de tener, se puede creer que está por encima de otras personas, ese no es mi caso. Ese tipo de personas de las que hablamos son las que te llevan a lo básico y esencial de la vida: el valor por lo simple, la empatía humana, el ser agradecido. Cuando ves esos seres que tienen mucho menos que uno, haciendo grandes esfuerzos y valorando cosas pequeñas, te dan un ejemplo, porque por un lado te da rabia ver todo lo que les falta, pero por otro entendés que tienen muchas cosas más allá de lo material, porque ellos viven felices. Ellos nos terminan enseñando a nosotros más que nosotros a ellos. Toda ayuda social tiene su parte de alimentar el ego personal, por más que, claramente, uno no lo haga desde ese lugar. Pero saber que pudiste hacer algo por el otro, te nutre y te hace irte a dormir feliz.

“Los niños tienen una insólita capacidad de hermosura, en lo simple; pero después los adultos nos ocupamos de convertirlos en nosotros, y les arruinamos la vida, les achicamos el alma”, esgrimió alguna vez el inefable Eduardo Galeano. El adulto tiene la tendencia a adoctrinar, bajar línea ideológica, presionar con mandatos familiares. Es poco, a veces, el margen que le queda al chico para poder expresar y desarrollar por sí solos sus gustos, descubrir potenciales, realizarse como ser.

-Ustedes trabajan mucho en la preparación de formadores. ¿Reparan en ese punto de que, en muchas cosas, el chico se desarrolle por sí solo con el acompañamiento del formador y no con la imposición?

-Sí, lanzamos campañas para buscar sacarles las presiones a los chicos que los padres imponen (con sus frustraciones propias que intentan ver concretadas en el chico, etc). Buscamos que los formadores y los padres acompañen, sin cargarlos de presiones que no suman para su desarrollo. Una cosa es la presión y otra es la exigencia, son cosas muy distintas. Exigir que busquen ser las mejores personas posibles y den siempre su máximo potencial, pero que hagan sus caminos, sin contaminarlos de las presiones de los adultos de los que ellos quisieran que sus hijos fuesen o de salvarse a costa de su hijo. Al niño hay que dejarlo ser niño.

“Nosotros podemos regalarles pelotas, que en algún momento se les van a pinchar o alguien capaz se las roba, pero si, en cambio, nosotros los capacitamos, los formalizamos en su trabajo, les estamos dando herramientas de verdadero valor para el largo plazo”. Con esa frase, Clara sintetiza perfecto la ayuda que realmente genera cambios en el tiempo. El asistencialismo puede servir para un momento de urgencia puntual, pero si se convierte en un hábito termina siendo muy contraproducente en diversos aspectos.

-¿Es importante tener siempre presente que el paternalismo constante le saca coraje y dignidad al otro?

-Nosotros en la fundación transmitimos el lema de que todos tenemos algo para dar, sin importar dónde vivas, cuánto tengas, siempre tenés algo para dar. Todos los que en alguno de nuestros programas son beneficiarios, tienen que en otro de los programas ser aportantes. Es decir, que el recibe algo, también tiene que dar algo. Por ejemplo, los chicos que están en la pensión, van de profesores de fútbol a una escuelita de la Matanza y a los chicos de la escuelita de la Matanza les damos materiales para que hagan juguetes y los llevamos a un hogar. Siempre en un punto crítico puntual, como en la pandemia, hay que usar el acto de corto plazo del asistencialismo, pero sino, todos tienen que trabajar para todos. Hay muchas cosas para dar que no son económicas, el estar presente para el otro es clave y reparamos mucho en eso desde la fundación. El poder de transformación es a largo plazo a través de los estímulos, los hábitos, los vínculos; el asistencialismo solo sirve y es muy necesario, para un corto plazo puntual.

“Cada vez más los padres creen que sus hijos son los mejores por el hecho de ser sus hijos, eso es un drama total. Un pibe tiene problemas en la escuela y para los padres el problema es la maestra. Cuando en tu casa te dijeron siempre que sos el mejor, le crea una gran inseguridad al chico cuando va entrando en edad adolecente porque empieza a salir al mundo y se da cuenta que le mintieron, que no era el mejor. Entonces cuando, por ejemplo, como entrenador de un equipo, le decís a un pibe que hizo algo mal o ve que otro compañero es mejor, se frustra rápidamente”, reflexionó alguna vez el gran líder deportivo Julio Velasco.

-No solo uno padre presiona a su hijo cuando le exige y recrimina todo lo que hace mal, sino también cuando le hace creer que es el mejor…

-Sí, por eso nosotros trabajamos mucho las emociones, el poder reconocer la emoción que atraviesa a cada chico en tal momento para que las puedan expresar libremente y las canalicen. Todos tenemos que aceptar las frustraciones porque es parte de nuestra vida, nadie es el mejor todo el tiempo. Hay que saber perder, cosa que hoy a los chicos les cuesta. No está mal decir que estás triste.

“Se creó un culto a la mente victimista. Quien ocupa el rol de víctima, en la sociedad es visto como el ´débil´ y el débil causa solidaridad en el resto; mientras que el que no se pone en ese rol, sino que tiene fuerza en su interior, la sociedad no tiene ninguna compasión por él porque no lo ven débil. Aquel que crece y se potencia, parece ser sospechoso para la sociedad. Cuando a alguien le va mal, tiene una enfermedad, ahí sí recibe compasión del entorno. Hay gente que sufre, bloqueada por su propia mente, y también porque el rol social del sufrimiento es bien aceptado”, expresa el siempre reseñable y formidable cabalista, Mario Sabán.

-Estando tan metida en realidades sociales, ¿notás que eso sucede?

-Son herramientas de cada uno, y cada uno procesa de cierta manera. Muchos a veces no dicen nada y por dentro la están sufriendo y otros lo exponen. Es cierto que es más fácil ir al que ´parece´ que es la víctima, pero hay gente que quizá está pasando por lo mismo en silencio o está perfecto, pero también necesita un acompañamiento de cierta manera. Por eso la importancia de los vínculos, porque vas identificando cuál es la necesidad de cada uno, cada persona es distinta, muchos procesan por dentro y no tenés ni idea lo que le está pasando.

-Siempre en cualquier entrevista te van a preguntar por tu papá, pero me gustaría que hables algo de tu mamá Patricia…

-Siempre fue una mujer muy presente, era ama de casa y se ocupaba de nosotros, muy de la familia unida. Siempre en los detalles en su rol de madre. Fue una gran compañera de mi papá de bancar tantos años de su rutina vertiginosa en lo laboral. Para mí es una gran imagen femenina.

 

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