Miguel Ángel Tojo
Por Damián Giovino (@DamianGiovino)
Es uno de los grandes docentes y maestros del fútbol argentino. Integró el mejor proceso de la historia local: el de selecciones juveniles. Trabajó al lado de siderales figuras como Pékerman, Tocalli y Bielsa. Pieza fundamental en la formación de los últimos grandes baluartes de nuestro país: Messi, Agüero, Tévez, Mascherano, Saviola, Aimar, Gabi Milito, entre tantos. Emblema de uno de los equipos más míticos de Argentina: ´Los Matadores´ (campeón invicto con San Lorenzo del Metropolitano 68). Humanizamos a Miguel Ángel Tojo, pasión y vocación por la enseñanza.
-Acá sentado tranquilo, tomando un café en Gaona y Boyacá, y habiendo pasado tantos años; ¿tenés presente que sos uno de los grandes maestros y docentes que tuvo la historia de nuestro fútbol?
-Lo primero que me sale para contestarte es que no, no lo tengo presente o no tomé dimensión. Nunca me gustó perseguir el elogio o hablar de mí mismo. Por supuesto que si me alabás, me agrada, pero no mucho más. Cuando se trabaja con jóvenes, se debe ser más docente que entrenador, porque están en edad de formación en todos los aspectos. Si bien la parte fundamental de la formación está en la casa, uno puede ayudarlos. En la Selección pasábamos muchas horas y días junto a los chicos y había que enseñarles cosas: disciplina, respeto por el adversario, por el árbitro, comportamiento fuera de la cancha. Había que inculcarles que estaban representando a un país. El proyecto que llevamos adelante, con Pékerman a la cabeza, era FORMATIVO, y a veces también ganábamos, cosa que nos ponía contentos. En un avión cuando viajábamos, quizá venía una maestra de escuela y me felicitaba por el comportamiento de los jugadores. Para mí la docencia nunca fue un esfuerzo porque era lo que sentía. Ver que tantos chicos que uno tuvo desde los 14 años, hoy tienen una familia y son personas hechas y derechas, me emociona. Me emociona que se sigan acordando de uno porque quiere decir que algo les dejaste más allá de la pelota de fútbol.
“En el fútbol no es lo mismo entrenar que enseñar. Hay muchos buenos entrenadores, pero pocos buenos maestros”, dijo alguna vez el legendario Johan Cruyff.
-¿La vocación de docente se trae innata o se aprende?
-Creo que se va aprendiendo. El jugador, que es la parte más linda y la que a todos nos gusta, se termina rápido, siendo muy jóvenes para la vida ya estamos retirados. Ahí tenés que emprender otra carrera. Yo ya sabía que iba a dedicarme a la docencia y a entrenar porque me salía naturalmente. Me tiraba muchísimo el transmitir las vivencias que uno había tenido para que los chicos maduraran los más rápido posible. Hay que pregonar con el ejemplo. Lo que les pedís a los chicos, primero lo cumple uno. Me he quedado muchas noches en el predio de AFA, cuando no era obligación. Me encantaba la docencia, enseñar. Charlar con algún chico después de la cena. Ir pieza por pieza para ver cómo estaban, preguntarles por la familia, darles consejos. Me salía naturalmente.
“Cuando llegué a la Primera de Independiente, me sentía más preparado que inclusive los compañeros mayores con varios años de profesionales, por todo lo que había aprendido en las Selecciones Juveniles” dijo Gabi Milito. “Hoy que uno es padre, trata de transmitirles los mismos valores que ellos nos inculcaron a nosotros”, aludió Pablo Zabaleta.
-Esos dos testimonios resumen a la perfección lo que fue ese proceso: profesionalización absoluta del juvenil en todos los aspectos para el alto rendimiento, y formar seres humanos íntegros y capacitados para afrontar la vida con dignidad.
-Así es. Nombraste a dos referencias absolutas, lo sumaría a Mascherano, en cuanto a chicos muy inteligentes que ya venían desde la casa con una formación y valores muy fuertes. Cuando se es joven la cabeza es una esponja que absorbe lo que uno le transmite, y ellos, como tantos otros, supieron asimilarlo e incorporarlo perfectamente. Nunca hicimos hincapié en el ganar, sino en jugar lo mejor posible, respetando un estilo, valorando el juego limpio, disfrutando el representar a la Selección.
“En el 95 terminamos segundos en el Sudamericano de Bolivia, perdiendo el cuadrangular final contra Brasil, pero ganamos el premio Fair Play. Un sector del periodismo casi que se lo tomaba como una cargada ese premio, decían que estábamos formando pibitos de colegio”, comentó Eduardo Urtasún, el preparador físico principal, y gran maestro, de aquel proyecto.
-Siempre priorizaron el proyecto por sobre cualquier otra cosa y no les hacía mella la opinión y presión de la prensa o el público; nunca traicionaron el camino…
–Cuando fuimos a jugar un torneo a Bolivia, en uno de los primeros viajes que hacíamos, uno de los chicos me dijo: “Miguel, ustedes nos hablan de que disfrutemos, pero si no ganamos ¿cómo hacemos para disfrutar?”. Nuestro mensaje era directo: tener una identidad de buen juego. Les dejábamos en claro que asumir las cosas con responsabilidad no significaba no disfrutar, queríamos que trabajen con alegría. El mensaje que bajaba Pékerman era muy claro, entonces era fácil encolumnarse detrás de esa idea. Representar a la Selección significa que hay cosas que no se negocian y debe haber una línea muy marcada. No a todos los chicos les da para la Selección, se puede destacar en su club, pero no le da para la Selección o no es el perfil buscado. Por ejemplo, nosotros nunca lo pudimos convocar a Diego Milito y mirá la carrera que tuvo después. Recorrimos todo el país y veíamos todas las divisiones de todos los clubes buscando chicos.
-Pasaron por tus manos los últimos máximos talentos que dio Argentina: Messi, Agüero y Tévez. ¿Qué les podías enseñar a esos fenómenos, siendo que siempre hay algo para aprender?
– Tévez, Agüero y Messi, sabían jugar muy bien a la pelota, pero no tanto al fútbol. Ellos con la pelota eran extraordinarios, pero había un problema: el juego continuaba cuando no la tenían en sus pies. Entonces había que enseñarles a jugar al fútbol en equipo. Que aprendan a contribuir en la recuperación cuando el rival tenía la posesión, para que no se pierdan en la cancha y sean útiles también sin la pelota en su poder: marcando, ocupando espacios, tapando líneas de pase. Que aprendan los movimientos cuando la tenía un compañero, para darle opciones de pase, para liberar espacios y allanar un ataque. Siempre hay detalles: cabecear con un parietal y con el otro, cómo perfilarse para recibir. Cuando fuimos al Mundial Sub 20 de Holanda 2005, Messi con 18 años, salimos campeones. A ese equipo lo dirigía Pancho Ferraro y fui a acompañarlo, ya que él hacía poco que había entrado al proyecto y yo tenía varios años. Al regresar, Pékerman, que estaba en la mayor, nos preguntó qué opinábamos de los chicos que dirigimos, Pancho expuso y coincidí 100% con él, pero agregué una sola cosa: “José, vi pasar a todos los chicos del proceso (Aimar, Riquelme, Saviola), y te puedo asegurar que jamás vi un jugador como este pibe (por Messi)”. Pékerman me dijo que no sea exagerado que recién arrancaba, pero yo vi que tenía todo: habilitad, técnica, velocidad y gol; todo eso junto nunca lo vi en otro. Y eso lo dije en el 2005, cuando en el Barcelona esa temporada metió un solo gol; esa es una medalla que me cuelgo, aunque podía equivocarme, claro.
“El espíritu amateur, el amor hacia la tarea, es el único que vuelve satisfactorio el tránsito por el trabajo. Para ser un gran jugador profesional, es necesario tener mucho espíritu amateur”, Marcelo Bielsa. “Hay que pedirle al futbolista que juegue para disfrutar, con alegría. No puede estar pensando solo en hacerlo para ganar. La esencia del fútbol y del deporte es jugar, si lo realizás con la presión de que exclusivamente tenés que ganar, sufrís, y no disfrutás nada. Hay que inculcarle al chico el amor a la pelota, al pasto; transmitirles el espíritu del potrero”, Hugo Tocalli.
– Algo que nunca se debe perder es el espíritu amateur, y eso un docente tiene que pregonarlo constantemente, aunque hoy parece más complejo porque el negocio invadió el terreno de las inferiores…
-Absolutamente. Pasa que eso hoy es más difícil porque se ha complicado la formación de los chicos en cuanto que no le dan el tiempo de maduración que necesita para llegar a Primera. Los tiempos apuran y los clubes tienen necesidades económicas, además de que los clubes poderosos del mundo están constantemente mirando a los baluartes que van surgiendo en Argentina para llevárselo a la primera de cambio con toda su familia. Hoy a un chico se le hace contrato a los 14 años para que los clubes de afuera no se lleven a todos los juveniles con proyección. También está el tema de los padres que muchas veces es un problema, porque les hacen mal a sus hijos por la manera en que se comportan: los cargan de presión, creen que son los mejores y no ayudan. El chico se puede equivocar y está para aprender, como también nos podemos equivocar nosotros. El jugador argentino y el brasileño es el más codiciado del mundo.
-Has recorrido el mundo por tu profesión, imagino que ahí habrás comprobado la riqueza natural única que tiene Argentina. Sin embargo, cada vez vivimos peor, ¿cómo lo evalúas?
-Siempre dije que el jugador argentino tiene capacidad técnica y talento natural, pero hay que agregarle dos cosas fundamentales que carece: el orden y la disciplina. Eso mismo pasa a nivel país. Me genera tristeza ver a mi país, porque se me va la vida y no lo puedo ver mejorar. Tengo nietos y pienso en ellos, en la vida cada vez más difícil que van a tener que llevar. Los que tienen que bajar la línea desde arriba, nos llevan a lugares ninguno bueno. En cualquier lugar del mundo encontrás argentinos con enorme capacidad resolutiva y que trascienden en lo suyo. La inflación que tenemos nosotros, buscás en el mapa y no la tiene ningún país del mundo, salvo alguno que otro en pésimas condiciones. Es un delirio, no puedo creer los impuestos que le cobran a un comerciante, no puedo creer como a un empleado, por el estado, le descuentan esto, aquello, lo otro; le sacan la plata. Si alguien trabaja y gana su sueldo dignamente día a día, hora a hora; ¿desde qué lugar le sacan así el fruto de su esfuerzo? Si después ves la salud pública, la educación pública, la seguridad y es todo un desastre. Se han tergiversado mucho los valores. Si uno no tiene un equilibrio, te tenés que estar peleando con alguien todos los días. La burocracia del día a día… juegan con lo más preciado de uno: el tiempo, es imposible el tiempo que perdés y que te hacen perder. Me acuerdo haber ido a Japón y que nos contaran que, si el tren llegaba un minuto tarde, le costaba el puesto al responsable; acá dejan colgada a la gente que viene de laburar y arreglate, caminá 50 cuadras, y sino jodete, quedate sentado en la calle.
A lo largo de la historia del fútbol argentino, han sido incontables los equipos campeones, pero solo algunos quedan perpetuados en la eternidad, siendo recordados por siempre y adquiriendo el mote de legendario. Uno de esos conjuntos que integran ese selecto grupo es el de ´Los Matadores´, campeón invicto con San Lorenzo en el Metropolitano 68. Miguel Ángel Tojo fue uno de sus integrantes.
– ¿Qué tuvo ese equipo para pasar a la historia?
-Fue el primer campeón invicto del fútbol argentino. Teníamos un gran plantel de lujo y un gran entrenador como el brasileño Tim, que era de pocas palabras, pero muy preciso con las indicaciones y el mensaje que bajaba. Ese equipo iba a jugar sabiendo que no perdía. Íbamos a jugar con alegría. A mí me recriminaban que no corría mucho, y yo les decía que si querían uno que corra buscasen un maratonista, yo no era corredor, yo jugaba al fútbol, correr por correr, lo hace cualquiera, jugar es más difícil. Era una hermosura jugar en ese equipo.