David Nalbandian, el talentoso todoterreno que no se propuso ser el mejor
Por Martín Mena (@martinnmena)
David Nalbandian les ganó a Roger Federer, Rafael Nadal, Novak Djokovic… A todos. Alabado por colegas y expertos, el cordobés tenía todo para ser el mejor, pero prefirió no sacrificarse para ello. Fue una estrella que eligió cuándo y hasta dónde brillar.
“Lo distinto de él no es un golpe, sino su talento, el hecho de tocar la pelota siempre bien. Le puede ganar a cualquiera, incluido Roger Federer. Es el rival más peligroso para Rafa Nadal”. Estas palabras pertenecen a Toni Nadal, histórico entrenador del mallorquín. Experto y conocedor como pocos, Toni ha repetido elogiosas frases dedicadas a David Nalbandian y es el puntapié perfecto para describir al argentino.
El Rey David nació en Unquillo, Córdoba, el 1° de enero de 1982. Amante del deporte en general –practicaba fútbol, básquet, karate, natación-, también apasionado por los autos: no se cansaba de ver carreras de rally –vicio que despuntó más adelante-. Sin embargo, su dedicación fue de lleno al tenis. Bueno, de lleno por un tiempo.
Nalbandian se destacó en el circuito Junior –campeón mundial en Japón a los 14 años-. Llamó la atención tras derrotar a Federer en la final del US Open 1998. Ese mismo año, el suizo debutó como profesional en ATP, salto que David dio en 2000.
El comienzo del diestro de 1,80 m. fue una sentencia clara de lo que su talento ofrecía: en 2002 tenía 20 años y fue campeón en Basilea y Estoril, pero además se convirtió en el primer latinoamericano en llegar a la final de Wimbledon –aún, ningún otro sudamericano logró igualarlo-. Allí cayó en sets corridos ante Lleyton Hewitt –entonces líder del ranking mundial-. Desde entonces, su popularidad fue en aumento, así como también el temor de sus siguientes rivales.
No es casualidad que Marat Safin, el ruso que animó el circuito ATP durante más de una década, número 1 del mundo y ganador de dos Grand Slams, haya puesto al unquillense en un pedestal: “Dos veces sentí que no podía hacer nada: contra Federer y Nalbandian”.
Hubo un clic que llegó muy temprano en su periplo y Eduardo Infantino, exentrenador de David, no dudó al expresar cuál fue: “Para mí el partido que le pudo haber cambiado la carrera fue la semifinal que perdió con Roddick en el US Open 2003. Por aquel entonces, si él pasaba a la final, a Ferrero le ganaba, no perdía contra él. Eso ya hubiera significado ganar un Grand Slam y, por lo tanto, llegar con otra mentalidad para los próximos años”. Esa noche, el estadounidense –a la postre campeón del certamen- le dio vuelta el duelo al argentino: 6-7 (4), 3-6, 7-6 (7), 6-1 y 6-3. Desde allí, pareciera que murió el deseo de Nalbandian por ser el mejor.
Ese rubio lleno de potencia, sutilezas, talento, regularidad en sus golpes y buen pulso en momentos de presión, se transformó en una amenaza que no cumplió con algunas expectativas. Sin embargo, ¿deseaba cumplir esas expectativas? Él mismo lo explicó.
“Ser el N°1 es muy difícil y yo quería disfrutar de otras cosas. Si renunciaba a todas las demás cosas de la vida, el tenis me iba a saturar muy rápido. Busqué el equilibrio entre jugar, entrenar, sacrificarme y disfrutar. La vida de tenista es un avión y un país por semana”.
Humanizados dialogó con Sergio Martínez. Maravilla, campeón mundial de boxeo, admitió: “Para conseguir los objetivos deportivos necesitaba estar feliz. Y para estar feliz, tenía que estar equilibrado en mi vida pública, mi vida personal y mi vida íntima en partes iguales, 33,33% a cada aspecto. Eso sí, para ser campeón y estar en la élite, hay que dejar alguna con un porcentaje menor, para que la vida pública absorba un 50% de mis días. Estaba dispuesto a realizar ese esfuerzo, sin dudarlo. Lo difícil es estar dispuesto”.
David Nalbandian no lo estaba.
Un claro ejemplo de ello fue cómo se gestó su título de la Masters Cup 2005. El cordobés, que esa temporada se había consagrado en Münich y había sido cuartofinalista en Australia, Wimbledon y el US Open, no estaba clasificado para el torneo de maestros. Por eso, se fue a la Patagonia argentina con su entorno habitual. Tomó la caña de pescar y, de a ratos, se iban a dar una vuelta con los autos, a alta velocidad. Hasta que un llamado de la ATP interrumpió su placentero verano: querían que fuera a Shangai como suplente. Pero él no quería saber nada. No le interesaba ser suplente, no jugar y perder un tiempo que podía compartir con amigos. Sin embargo, lo convencieron.
Y no fue en vano: Andy Roddick sintió dolores en su espalda y David entró a la zona de grupos. Le ganó a Ivan Ljubicic y a Guillermo Coria, y perdió ante Roger Federer, entonces dueño absoluto del tenis masculino. En semifinales superó a Nikolay Davydenko y en la final se toparía -otra vez- con el suizo: con desfachatez, David se quedó con los dos primeros sets, aunque en los dos siguientes Su Majestad se lució. Parecía historia sentenciada, con un Federer en alza y en altísimo nivel. Pero, esa vez, David Nalbandian sí quiso ser el mejor: se coronó campeón del torneo más importante de su palmarés tras vencer al N°1 del mundo 6-7 (4-7), 6-7 (11-13), 6-2, 6-1 y 7-6 (7-3). Fue una semana de ensueño, casi para cumplir y volver a su verdadero paraíso: pescando con amigos, comiendo asado y pisando el acelerador.
Roger Federer es, tal vez, el mejor tenista de la historia –debate al margen-. Sin embargo, tiene varios talones de Aquiles. Uno de ellos fue David Nalbandian, según él mismo expresó con absoluta sinceridad y sin vergüenza al ridículo, en diálogo con TyC Sports: “Con su estilo de juego, sentías que todavía tenías chances, aunque el problema era que podía hacerte sentir muy chico y muy malo porque te superaba completamente desde la línea de base”.
Sin embargo, el campeón de 20 Grand Slams no cortó allí los elogios para con el cordobés, a quien superó 11 a 8 en el historial. “Creo que Nalbandian dejó pasar un poco la posibilidad de apuntarle al número uno. Sobre todo en 2006, porque debió haber ganado aquella semifinal contra Marcos Baghdatis en el Abierto de Australia y eventualmente también a Ivan Ljubicic en la semifinal de Miami. Y casi me vence en la semifinal de Roma, y debió haberme vencido en la semifinal del Abierto de Francia. En realidad, perdió muchos partidos que debería haber ganado. Creo que dejó pasar un poco la posibilidad de apuntarle al número uno, justamente si hubiera pasado a la final de Australia. Podría haber salido de la cancha como ganador en esa final, quién sabe… Y es por eso que quizás desperdició un poco sus chances, y que después fue hacia abajo. Parece que le es difícil mantener el nivel en toda una temporada”, reflexionó en una larga entrevista a DPA, en 2007.
Las palabras de Roger tienen números que las sustentan. Es que David es uno de los tres jugadores de toda la historia que les ganó a los tres primeros del ranking en la misma semana. Boris Becker lo hizo en Estocolmo 1994 y Novak Djokovic en Canadá 2007. Nalbandian lo logró, aunque con un plus: fue ante el trío más fuerte de la historia. En el Masters de Madrid 2007 venció a Rafael Nadal en cuartos de final, por 6-1 y 6-2; a Nole en semifinales, por 6-4 y 7-6 (4); y en la final a Roger por 1-6, 6-3 y 6-3. Nunca nadie repitió esta epopeya bajo ninguna combinación: ni venciendo a los tres primeros del ranking ni a ese trío en particular.
Los periodistas argentinos especializados en tenis, como Claudio Cerviño y Eduardo Puppo, coinciden en algo: con un poquito del talento de Nalbandian, Vilas habría sido cómodo número 1 del mundo en la década del 70; con un poquito del trabajo y dedicación de Guillermo, David habría sido líder del ranking durante varios años. Pero el Rey no quería, no era su obsesión.
Muchas veces se veía al rubio con mal estado físico y hasta con pocas horas de entrenamiento. En su debut en el Abierto de Australia de 2011 chocaba ante Hewitt. Nicolás Almagro, de buena relación con David, le preguntó: “¿Estás listo para hoy? No te vi en las canchas entrenando”. La respuesta fue –casi- graciosa: “Me siento bien, le di 15 minutos a la bola en la canchita del hotel. A la noche lo saco en cinco sets, tranquilo”. Y así fue. El español se quedó hasta la madrugada viendo el partido y, luego de contar esta historia, admitió: “Nalbandian era uno de los pocos jugadores por los que pagaba una entrada sólo para verlo”.
El Rey fue número 3 del ranking mundial. Ganó 11 títulos –un torneo de Maestros y dos Masters 1000-. En 2016, la ATP lo reconoció como uno de los mejores tenistas de la historia en no conseguir un Grand Slam.
Toni Nadal, cada vez que puede, lo elogia y admite que el propio Rafa temía enfrentarlo, como en sucedió en la previa de un hipotético cruce en Roland Garros 2006: “Está jugando a un nivel altísimo, es un rival durísimo para cualquiera. Tiene mucha clase y junto a Federer es el de más talento del circuito. Le tengo aprecio, pero a mí me convendría que él perdiera, porque es el más peligroso para Rafa. Tiene un juego brillante”.
Otro que no se guarda flores es José Luis Clerc: “Para mí fue el mejor. Siempre lo dije, desde que lo vi jugar en Juniors y pensé en que por fin había un argentino metido mentalmente, con buenos golpes y que atacaba. Para ser N°1 se nace. David Nalbandian, si quería, podía haberlo sido”.
Hace pocos días, en una charla vía Instagram Live con su amigo Horacio de la Peña, David confesó por qué no tuvo continuidad de torneos en alto nivel.
“Lo que me pasó hasta el último día de mi carrera era que, para poder tener claridad en un 4-4 o un 5-5, necesitaba tener la cabeza fresca para tomar las mejores decisiones. Esa es la clave. En mi caso, para tener eso necesitaba tomarme una tarde libre cada quince días, pero eligiendo siempre lo que a mí me gustaba hacer en ese tiempo libre. Si no lo hacía así, era imposible desconectar la cabeza de la presión que te daba el tenis. Me iba a pescar, me iba a correr un rally, a tirarme en paracaídas… luego cuando volvía lo hacía con muchas más ganas de jugar al tenis que de cualquier otra cosa. Prefiero estar entrenado 7 puntos de tenis, 6 puntos de físico y 9 puntos de cabeza. Con estos parámetros, vamos a competir”.
Y allí radicó la diferencia con los talentosos que también son trabajadores y obsesivos por superarse: buscan el 10 en los tres aspectos.
Ahora bien, ¿quién puede culpar a David Nalbandian de algo? Nadie, ni siquiera sus compañeros de pesca.