Un mundo donde la genialidad parece un pecado
Por Damián Giovino (@DamianGiovino)
A lo largo de la historia, en las diversas épocas, bajo todos los contextos; siempre afloró una tétrica premisa: rechazar a aquel ´distinto´. Los grandes genios que pasaron por este planeta, en su mayoría, tuvieron que toparse con una violenta oposición de la sociedad de turno, teniendo que soportar todo tipo de embates, humillaciones, difamaciones y descréditos. Un ser que recorre su existencia por este plano irrumpiendo con nuevas ideas/métodos/pensamientos, que cuestiona, siendo disruptivo y psicodélico, con gran capacidad creativa, avasallando contra el statu quo; se convierte, a ojo del resto, en un hereje. Poseer un gran talento, una profunda sensibilidad, sentidos sutilmente desarrollados, parece resultar casi que un pecado. Toda alma libre y plena, curiosa e inquieta, se convierte en una amenaza para un sistema perverso como el que impera. Para un ser elevado por encima de la media, el planeta tierra, mejor dicho, la raza humana que la habita, es un escenario sumamente hostil. Aquel que se sumerge a bucear las maravillosas aguas de la espiritualidad: el despertar de la conciencia, el desarrollo interior; cuanto más profundo va, más solo, excluido, e inentendido parece ir quedando. Sócrates, uno de los más sabios hombres, fue obligado a matarse ingiriendo un veneno, por votación del pueblo. Nikola Tesla, el mayor genio inventivo de la historia de la humanidad, terminó totalmente solo, pobre y abandonado, con matices de locura. Vicent van Gogh en vida vendió solamente un cuadro a mísero precio, con un final trágico en el cual se mató, también con rasgos de marcada locura. Franz Kafka, uno de los más influyentes escritores de la literatura mundial, pasó su vida totalmente intrascendente sin el menor reconocimiento. Osho, uno de los máximos revolucionarios líderes espirituales. fue envenenando. René Favaloro, quien transformó para siempre la medicina, terminó suicidándose por su depresión de no sentirse escuchado a sus pedidos. Nietzsche, el notable pensador, pasó sin pena ni gloria, ignorado por todos, terminando sus días con una demencia que asomaba. Julio Cortázar, al publicar ´Rayuela´, una de las obras literarias más importantes de habla hispana, recibió muy malas críticas. Sin ir más lejos… el alma más bondadosa que hizo paso por este mundo, Jesús, fue crucificado y humillado. Son solo algunos de los muchos y muchos casos que explicitan que el promedio de la gente no soporta al distinto y necesita muchos años para comprenderlo y luego sí, venerarlo. Paradójicamente, quienes han hecho los más grandes y trascendentes cambios en la historia de la humanidad, son los que más han tenido que sufrir la vida en este mundo, mientras tantos mediocres pululan ostentando su ´popularidad´. “Ir en contra del pensamiento dominante de la mayoría de la gente es tal vez el acto de heroísmo más difícil del que podemos ser capaces”. Isaac Newton.
El humano es un animal de costumbre, guiado en su mayoría por rutinas muy marcadas. El peligro es cuando se acostumbra a vivir mal, naturalizando cosas inaceptables como parte de su coyuntura. Hay casi nula capacidad de cuestionamiento, porque prefiere crearse una realidad ficticia que ver la realidad exacta como es, la cual muchas veces es dura enfrentarla, asumirla y trabajarla para cambiarla y superarla. Quien lo pone en justas palabras es uno de los máximos referentes de la Kabalá, Mario Sabán: “en el ser humano hay una problemática: no puede soportar tanta verdad. En consecuencia, se crea una tétrica zona de seguridad. El genio/místico quiere saber la verdad y por ende queda totalmente disociado de la sociedad, porque ésta no vive en la verdad sino en un sistema tenebroso de seguridad. Así, el genio/místico queda como un loco en la sociedad, nadie lo entiende, porque como la sociedad está loca, califica de locos a los que están cuerdos en serio y ven la verdadera realidad. Quien ve profundamente la realidad, queda muy marginal en el sistema. La gente necesita autoengañarse para seguir viviendo”. La opinión de la gran mayoría no es más que la opinión de unos pocos, que el resto, por comodidad, por no querer profundizar, cuestionar, indagar, reflexionar y pensar por sí mismo; acepta como verdad impuesta. También por miedo al rechazo, por la seguridad que genera ´pertenecer´ al status quo. Como alguna vez dijo el prestigioso filósofo, sociólogo y escritor Juan José Sebreli: “Con la sociedad irracional no se puede negociar. Se le debe oponer el rechazo. Hay que aprender a ir contra la corriente, acostumbrarse a quedarse solo, a no ser escuchado por casi nadie, mientras el engaño triunfa y todos entran en la corriente de la aceptación”. O como expresó el poeta, actor y multifacético artista Fernando Noy: “El sistema es perverso y malsano, una maldita telaraña. Al que es distinto, genial y luminoso; lo bajan y lo destruyen, lo endemonizan, queda abandonado por la mediocridad humana. Los grandes creadores siempre fueron cercenados. Es muy difícil ser genial y mantenerte en tu lugar intacto. Hay muchas amenazas contra la gente brillante. Mucha necedad. Se hace ´Dios, Patria y Hogar´ que es la trinidad maldita, porque te devora, porque no te incluye, porque te destruye. Han matado, socialmente hablando, a muchos grandes personajes. Muchos se mueren de tanto dolor y sensibilidad”.
Desde muy pequeños el sistema perverso nos moldea para que seamos buenos loros amaestrados para repetir lo que nos inculcan. Nos educan para que seamos funcionales a ese sistema: buenos productores y buenos consumidores, y fin. Como dijo el Flaco Spinetta: “entre un colegio, una fábrica y la cárcel, no encuentro diferencia”. Es decir, la meta es trabajar para que con ese dinero adquiramos lo que el sistema nos va vendiendo como novedad y modas. Todo aquel que sale de la matrix, que no acepta ser una oveja obediente del rebaño; se convierte automáticamente en una amenaza. La religión, las naciones, los mandatos sociales, nos crean muros de aprisionamientos dentro los cuales estamos urgidos entre cuatro paredes, como la Alegoría de las Cavernas de Platón. El negocio es tener a la gente adormecida, anestesiada y reprimida ante la idea de que por ellos mismos no pueden ser plenos, felices, sino que dependen del rol paternalista de la religión, el estado y bla para que les provea. Si alguien es libre, responsable de su vida, busca emprender su propio camino, el sistema se encargará de hacer todo para opacarlo. Tenerlos sobre estimulados y ´entretenidos´ con frivolidades es más negocio que incentivar al desarrollo interior, la conexión con la esencia de la vida. “A esa manera de narcotizarse la llamamos nuestro alto nivel de vida, una estimulación violenta y compleja de los sentidos, que nos hace progresivamente menos sensibles y, así, necesitados de una estimulación aún más violenta”, Alan Watts. “Hemos construido un mundo artificial que nos somete a una constante sobre estimulación y nos lleva a vivir abstraídos, como si tuviésemos la mente secuestrada y desconectada de nosotros mismos”, José Manuel Calvo. “Esta es la más refinada sutileza del sistema: inducir conscientemente a la inconsciencia”, — George Orwell. “La conciencia aparece cuando abandonamos un hábito llamado ´vida normal´”, Alejandro Jodorowsky.
“La mediocridad para algunos es normal, la locura es poder ver más allá”, dijo alguna vez Charly García. “Hay personas que piensan que estoy un poco loco, y tienen razón. Siempre me he cuidado mucho de los ´cuerdos´ que viven de prejuicios y con miedo. He cuidado mucho no meterme en la aburrida cordura de la sociedad”, dijo el gran Facundo Cabral.
Día a día nos cargan de una mochila cada vez más pesada: dogmas, mandatos, creencias, modas; que hace que nos arrastremos por la vida. Que nos tengamos nada de singular, de propio. Todo lo que el sistema no puede encasillar, etiquetar… lo derriba. Diariamente la vida cotidiana da un motivo para ser rebelde ante el sistema esclavista del que formamos parte. Lo que muchos persiguen como metas de llegada, para un genio es la puerta de entrada al infierno. Hay que ser muy valiente para tolerar quedar como un incomprendido ante el ojo ajeno, en pos de no traicionar las convicciones. Decepcionar a otro por no cumplir los requisitos sociales establecidos, no es grave; traicionarse a uno mismo, es estar muerto mientras continuamos respirando. Lo peligroso de este mundo es que siempre hay excusas para ser cobarde. Lo peligroso es que al que se anima a vivir lo tildan de indómito. Peligroso el que es obediente en un sistema perverso. Deberíamos amar al que pone luz entre tanta oscuridad, al que provoca entre tanta linealidad, al rebelde entre tanto rebaño, deberíamos amar al que se anima a amar, al sabio que no intenta adoctrinar. “Nunca vayas por el camino trazado porque conduce hacia donde otros han ido ya”, Alexander Graham Bell. Si a alguien le parece bueno lo que hacés, es porque lo entiende, y si lo entiende es porque no tiene nadar de distinto a lo común. “Lo que más odia el rebaño, es aquel que piensa distinto. No es tanto la opinión en sí, como la osadía de querer pensar por sí mismo. Algo que ellos no saben hacer”, Arthur Schopenhauer.
“Y cada vez que una voz libre trate de decir, sin pretensiones, lo que piensa sobre ellos, un ejército de perros guardianes de todos los pelajes y todos los colores ladrará furiosamente para tapar su eco. “La única manera de lidiar con este mundo sin libertad es volverte tan absolutamente libre que tu mera existencia sea un acto de rebelión. Ser diferente no es ni bueno ni malo, simplemente significa que tienes el suficiente coraje para ser tú mismo”, ― Albert Camus.
“Ninguna sociedad quiere que seas sabio. Si sos sabio no puedes ser explotado, no puedes ser manipulado, no puede ser forzado a vivir mecánicamente como robot. El sabio amará la rebeldía, la libertad, y ninguna sociedad quiere que seas libre e individual. Si sos sabio, te vuelves peligroso para el sistema. Un hombre sabio es fuego viviente, una llama, prefiere morir antes que convertirse en un esclavo”, Osho.
“Al hombre libre y diferente, al que busca ver las cosas desde otro ángulo; el sistema y la sociedad lo atacan inmediatamente, lo encierran en laberintos”, Julio Cortázar