´Rayo´ Menseguez
Por Damián Giovino (@DamianGiovino)
Fue un habilidoso jugador de fútbol, de notables condiciones, pero esa etapa ya quedó muy atrás en su vida. Tras su retiro, dio un giro de 180 grados. Tenía todo preparado para ser entrenador, pero comenzó a experimentar el camino del despertar de conciencia y del autoconocimiento, entregándose absolutamente a la espiritualidad. Hoy dedica todo su tiempo y energía a la realización personal y al ser un guía para ayudar al prójimo a elevar su vibración. Humanizamos al ´Rayo´ Menseguez.
El Rayo llegó a las inferiores de River a los 15 años, y, a pesar de haber transitado varias temporadas en el club, en un proceso creciente que lo tenía con buena proyección; no logró debutar en la Primera. A los 19 fue cedido al Wolfsburgo de Alemania.
-¿Cómo viviste el haberte ido sin poder debutar profesionalmente en River?
-Uno cuando es chico tiene un cierto fanatismo por un club. Yo era hincha de River y mi sueño era poder jugar en la Primera algún día. Desde que llegué a las inferiores del club, mis expectativas eran poder representarlo profesionalmente. He ido a pretemporadas con el plantel profesional y varias veces estuve cerca de poder debutar con Ramón, pero no se dio. Cuando llegó Manuel Pellegrini, le dio más oportunidades a la camada de chicos más grandes que yo, quedando un poquito relegado. En 2003 D´Alessandro se va al Wolfsburgo y el club alemán había hecho una lista de cinco jugadores de River entre los que estaba yo. Andrés me convenció porque me llamaba diciendo que vaya que ahí iba a tener rodaje y eso me motivó mucho. Además, cuando hablé con Pellegrini me manifestó que en el plantel había mucha competencia y que no me podía asegurar que vaya a jugar en River.
-¿Cómo es con solo 19 años irse a un país lejano y muy distinto? ¿Te costó desde lo extra deportivo?
-El desapego más grande que tuve fue a los 15 años cuando me fui de Córdoba para venirme a River. Eso fue muy fuerte para mí. El primer año fue muy duro el desarraigo. Entonces cuando me tocó a los 19 años irme a Alemania, ya estaba más grande y habiendo pasado esa experiencia, por lo que no me fue tan difícil. Además, iba a concretar el sueño de jugar profesionalmente al fútbol. Llegué a un club que estaba 100 puntos en todos los aspectos. Tuve el sostén de los jugadores argentinos que estaban en el plantel. Una vez allá se dio todo muy rápido y no tuve tiempo de extrañar. Cuando uno es joven tiene una inocencia en su actuar, que a veces parece que faltase el respeto, pero en realidad cuando sos más chico estás más intuitivo y actúas más desde el corazón. Al ir creciendo te va dominando más la razón y empiezan a jugarte los miedos, las presiones, los condicionamientos que nos vamos poniendo.
Entre 2011 y 2013, el Rayo estuvo casi dos años inactivo debido a una delicada lesión en su rodilla derecha, osteocondritis, que lo tuvo muy a mal traer durante ese tiempo.
-¿Cómo llevaste adelante ese proceso? Convivir con el dolor, sobreponerse a la frustración de no poder hacer lo que amabas…
-Mentalmente tenía mucho miedo de no volver a jugar y me empecé a crear en mi cabeza ese pensamiento de que no iba a volver. Hasta que caí en el lugar justo en donde una profesional me tocó la fe y me dio la confianza de que podía regresar a jugar. Más allá de su capacidad de kinesióloga, me transmitió una seguridad que no me habían dado nunca antes durante ese periodo, me dijo que no era tan malo como yo creía, que me quedara tranquilo que iba a volver a jugar a la pelota. Me hizo elevar mi vibración y mi confianza. La vi a ella y a los tres meses estaba para jugar. Lógicamente tras un tiempo tan largo de inactividad, me costó volver a insertarme en el nivel profesional cuando fui a River.
Cuando a mitad del 2013 Ramón Díaz lo pidió como refuerzo de River, fue una enorme sorpresa para el mundo del fútbol. Sumado a que Menseguez es íntimo amigo de Emiliano, hizo que, en un ambiente mezquino, en varios aspectos, como el del fútbol; las suspicacias, críticas y hasta burlas, estuvieron a la orden del día. Para el riojano no fue un capricho ya que confiaba mucho en él y lo conocía a la perfección: lo dirigió en San Lorenzo y fue quien más lo promovió en su primera etapa en River.
-¿Pudiste abstraerte de todo eso que se hablaba para que no te genere una presión mental o te fue difícil?
-Pude estar al margen de eso porque nunca fui de mirar mucha TV, noticias, ni consumir los medios de comunicación. Obviamente que esa energía estaba, pero yo nunca dudé de mi capacidad. Ramón me conocía muy bien y por eso confió en mí, no es que me llevó por ser amigo de Emiliano. Nadie que está totalmente expuesto por su rol, como es ser entrenador de River, va a incorporar a un jugador por ser amigo de su hijo. Las exigencias para mí y para el Malevo Ferreyra, que también era muy cercano a Emiliano, eran mayores. Nuestros compañeros de plantel siempre supieron de nuestra integridad. Si bien hubo momentos de tormenta el semestre que quedamos afuera de la Sudamericana y en los últimos puestos del torneo local, luego fuimos campeones. Lo disfruté mucho.
-¿Cómo se fue dando ese proceso espiritual del despertar de conciencia?
-Si bien mi mujer era una buscadora espiritual, yo estaba abocado a ser entrenador y me estaba preparando para eso, para tener los mayores recursos para poder asistir al jugador desde todos los aspectos. Estimularlo a que juegue más liviano, liberarlo de las presiones y que disfrute. Tenía armado mi cuerpo técnico y estuvimos cerca de agarrar un club, pero no se dio. Ahí surgió con mi mujer un viaje intensivo de conciencia a Samaná, República Dominicana. Allí experimenté un despertar de conciencia muy cuántico. Fue algo muy rápido. Sentí el llamado a salir de la energía del éxito personal, del buscar la validación de los demás; para asumir un compromiso con mi evolución y autorrealización, poniéndome al servicio de todos los seres con ganas de despertar y de vivir en un goce absoluto de esta existencia. Tuve un sacudón muy grande a mi ego. Los primeros tres días fueron de mucha purificación. Comencé a experimentar un silencio muy grande y a escuchar a la fuente. Si bien fue muy rápido, llevó un proceso el soltar el personaje que nos construimos para tener la aceptación social, porque está muy arraigado y nos creemos que somos ese personaje, pero somos otra cosa: una chispa divina, amor, paz. Los momentos únicos de disfrute son los sutiles, de contemplación de la naturaleza, de conectar energéticamente con otra persona; eso es lo que nos llena, pero como vivimos tan distorsionados y distraídos, lo tapamos. Vivimos atrapados en la matrix que nos dice que lo que cuesta vale, que nos llena de programas rutinarios; entonces sentimos que no tenemos permitido el disfrute. A veces nos sentimos culpables por estar tomando sol tirados en una reposera. En la quietud y en el silencio está todo, no en el hacer, hacer y hacer. Tuve un periodo de ocho meses de estar muy hacia adentro, desarmando la estructura mental. Aprendí a amarme, respetarme, reconocerme. Hay que buscar adentro no afuera. A partir de eso uno abre el corazón, lo llena de amor, que es el amor universal.
-Muchos dirán que hoy sos otra persona, pero en realidad sos el mismo, simplemente que pudiste descubrir todo lo que tenías en tu interior a través del autoconocimiento…
-Exacto. Todos tenemos dones y sellos especiales. Si bien somos una unidad de conciencia, cada individuo tiene su sello para contribuir a la humanidad y está encriptado en el ser, pero tenemos muchas puertas trampas dentro de nosotros mismos que nos separa de eso. Nos construimos muros de autodefensa, para que no nos lastimen, para que nos quieran. Todas esas cosas nos separan de quien realmente somos y de nuestros dones maestros. Esos dones aparecen cuando empezás a soltar esas separaciones. Hay muchos seres de luz que nos están asistiendo para despertar. Estamos en un momento clave de la humanidad. Cuando muchos seres despierten y eleven la conciencia, vamos a saltar a otra dimensión. Todo está dentro de uno y uno va recordando.
-Cuando uno va hacia su interior y bucea en su ser, puede descubrir potenciales y dones dormidos, pero también se encuentra con sus miserias. ¿Crees que muchos no se animan a esa introspección por miedo a enfrentar sus debilidades?
-Sí, hay miedo. Tenemos muy arraigado lo que vivieron nuestros ancestros o lo que “socialmente está bien”, es algo muy fuerte y nos da miedo vaciarlo. La mente te lleva a actuar pensando: “todos hacen esto”, entonces, dentro de la matrix, mentir es normal, ser corrupto no es algo tan grave. Vivimos cubriéndonos de que no nos engañen, porque en realidad nosotros mismos vivimos engañándonos. No somos fieles con nosotros mismos. ¿Cómo se puede creer en el otro si no crees en vos? Se vive muy inconsciente. Las religiones nos educaron con que hay que castigarnos por los pecados, eso hace que no nos podamos liberar porque vivimos rindiendo cuentas todo el tiempo. Nos hicieron creer que hay un Dios afuera y Dios está adentro de cada uno, que, a su vez, somos uno. Cuando te amás a vos, empezás a amar todo, a disolver tus miedos. Alguien que está conectado con su esencia, no se genera una distorsión. Depende cómo uno actúa es el karma que se genera para sí mismo. Reflejamos afuera lo que somos adentro.
-El primer requisito para el camino del despertar, es entender que todo cambio comienza por uno. No exigir lo que antes no damos. Vivimos culpando a la sociedad como si nosotros no formásemos parte de ella. Para cambiar algo, hay que cambiar primero uno, y así estás tranquilo de que tu parte la cumpliste. ¿Coincidís?
-Sí, es clave eso. Lo más importante es asumirte fuente de toda tu experiencia de vida en el mundo. Uno crea su mundo y todo lo que está afuera es un reflejo de uno mismo. Siempre hay una partecita tuya en el afuera que hay que trascender y evolucionar. Entender qué parte de un político corrupto está adentro tuyo, qué parte de la violencia social en que vivimos está adentro tuyo. Hay que limpiar nuestro interior. Alguien que es agresivo, es alguien con miedo. Todo cambio comienza por uno. La mayor contribución que podés hacer a la humanidad es despertar vos. Todos estamos para contribuir y autorrealizarnos espiritualmente. De este mundo no nos llevamos nada material. Antes yo estaba muy bien económicamente, pero no experimentaba una liberación de disfrutar los pequeños detalles, porque tenía mil pensamientos en la cabeza del “deber ser”. Vivir así es vivir dentro de una rueda de un hámster y nunca te completás porque en la mente nada es suficiente, siempre hay que ir por más sin poder pararnos en el aquí y el ahora. La mente nos saca el disfrute y la conexión con el momento presente, con Dios.
-Alguien evolucionado es un ser libre, el máximo estado en que puede vivir una persona. Pero a muchos eso les da miedo, porque ser libre conlleva la responsabilidad de hacerse cargo de uno mismo y de su actuar. Entonces eligen vivir regidos según lo que les dicen desde afuera, en modo más autómata…
-Totalmente. Uno de los mayores actos de amor es asumir la responsabilidad propia, de que somos fuente de nuestra experiencia. Nos hemos encargado a lo largo de la historia de la humanidad, de darle la responsabilidad y el poder a otros, entonces nosotros no tenemos el poder de nada. Hay que entender que todo lo que te sucedió en la vida fue perfecto para llegar al momento en que estás hoy. Hay que centrarse en el punto cero, en el aquí y ahora. Hay que ser libertad, amor, paz. Cuando nos generamos una experiencia de trauma que no nos gusta, en vez de abrir más el corazón, lo cerramos, cuando en realidad esa vivencia nos pasó para trascenderla. A todo le ponemos un juicio. No nos hacemos cargo de nuestra vida y nos seguimos mintiendo. Hay un falso bienestar que crea nuestra estructura mental de que supuestamente está todo bien y que si profundizás y te sincerás con vos mismo, no vas a ser feliz. Gastamos mucha energía en sostener el personaje que nos creamos y las etiquetas que nos pusimos. Lo digo por experiencia propia. Lo valioso y lo liberador es trascender ese personaje. Cuando lográs esa autorrealización y te sacás la mochila que uno carga, empezás a sentirte conectado, presente; y eso es impagable. Hay que elevar la vibración, las energías. Nadie va a poder liberarse sin tomar responsabilidad.
-La familia, la religión, la política, la educación, el trabajo, las modas… te dicen cómo tenés que vivir. Actuamos en base a estereotipos y mandatos que nos imponen desde afuera. Salirse y romper con eso es lo trascendente…
-Tal cual. Es salir del funcionamiento que nos hace actuar como una manada. En el camino de elevación y purificación, uno no encuentra un montón de ejemplos, por eso hay que cultivar la fe. El ejemplo más común es el de seguir la manada. No puedo pedir que me entiendan. Hay que respetar la decisión del otro, porque cada uno está en un estadio. Hay que meditar, llenarse de amor. Hay que reeducar a nuestro ser, a nuestra conexión divina. Para eso tenemos que trascender e integrar la ancestralidad, desafiarnos nosotros internamente para lograr la evolución.
-Un ser libre y despierto, para el sistema perverso se convierte en una amenaza, porque no lo puede manipular e influenciar…
-Se confunde libertad con libertinaje y no es así, porque cuando uno eleva la conciencia, si algo tiene es respeto absoluto por el otro, porque te respetás a vos mismo. Quien se eleva se unifica con todo porque sabe que él es todo, conecta con la naturaleza y con las personas. Sabe cuándo hay que dar, cuándo no. Cuándo le hacés bien a alguien dándolo algo y cuándo no. Eso es porque se está conectado con el momento y con el campo energético de la otra persona.
-¿Coincidís con que la educación que se les da a los chicos en occidente atenta contra la libertad de pensamiento y la realización de su propia personalidad y desarrollo de sus virtudes? Solo se les enseña a memorizar y repetir cosas…
-Totalmente, lo veo con mis hijos. La educación va a tener que dar un salto en temas espirituales. Porque ahí se eleva la autoestima, la confianza, la fe. Por supuesto que hay conocimientos básicos que el colegio debe enseñar, pero después la cosa va por otro lado. Hay que enseñar a amarse, a unificarse. Cuando uno se va elevando, deja la energía personal y pasa a tener energía humanitaria, comunitaria; de unidad. Hay que tener una educación centrada en el ser, apuntada a elevar la vibración, a conectar.
-El humano muchas veces suele normalizar lo que está mal y se acostumbra a vivir con ello…
-Sí. Es un poco la resignación y nos metemos dentro de la energía de lo que está mal, entonces ya no nos parece tan grave sino algo normal. Vemos que cosas que están mal, si las hacemos no tenemos consecuencias, entonces las normalizamos y las hacemos. Hay algo que se llama karma y depende constantemente de nosotros.
-Quien está despierto capta al instante las energías que el otro emana y se da cuenta en qué nivel vibratorio está…
-Totalmente. Antes yo entraba a un lugar y me miraba si estaba lindo o si estaba feo, me fijaba si le iba a caer bien al otro. Hoy entro y miro a la gente a los ojos y siento la energía de cada uno. Antes tenía una creencia muy fuerte de que el otro me iba a cagar y que se me acercaba porque yo tenía abundancia material. Desde mi desconexión, comprobé una y otra vez que me cagaron y eso era porque yo estaba mandando ese mensaje, porque lo que crees, creas. Como creía que me iban a cagar, comprobaba que me cagaban. Con la palabra podemos mentir, pero con la vibración no. Estando elevando, podés ver detrás de las palabras.
-Una patología del humano del siglo XXI es ser “mendigo de atención” y “enfermos de comparación”. Necesitamos mostrar todo lo que hacemos y nos vivimos comparando con el otro…
-Totalmente. Hay que soltar todos esos “mendigos” que nos hacen no poder tener una vida abundante. Se nos va mucha energía viendo quién nos puso un like. Las redes sociales son muy buenas para transmitir y compartir cosas, pero con un equilibrio, sin generar dependencia ni apego a la validación externa. Quien vea lo que uno comparta, es quien lo tiene que ver, porque muchos, hoy, no están preparados para recibir tal o cual mensaje y les tomara más tiempo.
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