Milo Lockett
Por Damián Giovino (@DamianGiovino)
Es uno de los artistas argentinos más prolíferos, destacados y prestigiosos de los últimos tiempos. Con su estilo distintivo, lleno de vida y para nada pretencioso, genera una gran cercanía con la gente, haciendo del arte y la pintura algo masivo y popular. Loablemente solidario y comprometido con el entorno social. Humanizamos a Milo Lockett, un fuera de serie.
Previo a convertirse en un gran artista, Milo, en su Chaco natal, era un comerciante y empresario del mundo textil. Tenía una fábrica de confección de remeras y tres locales. Seis meses antes de la crisis del 2001/02, decidió expandirse y agrandar su negocio. Su padre le dijo que estaba loco, que no era el momento, que iba a estallar el país. Él lo hizo igual y los resultados fueron pésimos: se fundió.
-Una vez que salió mal, ¿cuál fue tu pensamiento? Dijiste: qué boludo, por qué no le hice caso a mi viejo, un hombre más grande que yo, con más experiencia; o te sentiste satisfecho y en paz con tu propia consciencia, sabiendo que hiciste lo que sentías, escuchando tus convicciones.
-Mi pensamiento fue el segundo. Hice lo que quería hacer. Yo quería trabajar, y creía que únicamente con el esfuerzo alcanzaba. El tiempo me enseñó que no es así. Sigo convencido en que hice bien en fundirme trabajando. Me siento satisfecho de haber hecho la apuesta, de haber corrido el riesgo, no estoy arrepentido. La pérdida que sufrí fue económica, pero no me quedó la angustia de no haberlo intentado. Me equivoqué porque nada estaba a favor de la Argentina en ese momento, pero soy una persona que se construye mucho desde el error.
-El arte es lo más sanador, liberador y canalizador que existe. El dolor, la pérdida y el desasosiego, son grandes inspiradores como motores para crear arte. ¿Te pasó eso en ese momento? ¿Fue un refugio de la realidad cruda?
-Para crear arte lo más propicio es la crisis. Un artista tiene que estar en permanente crisis porque es lo que le permite agudizar y desarrollar la creatividad. Cuando uno está cómodo es más difícil ser creativo. En ese momento el arte me abrió una puerta para descansar un tiempo, elegí pintar y dibujar y no seguir en el mundo de la economía. No pensaba en hacer una carrera como artista, eso vino solo, como una consecuencia.
“Me volví loco, con largos intervalos de horrible cordura. La ciencia no nos ha enseñado aún si la locura es o no la más sublime de las inteligencias”, dijo alguna vez Edgar Alan Poe.
-Cuando decidiste cerrar tu fábrica y negocios, ese mismo día estabas pintando, y tus íntimos pensaban que te habías vuelto loco. ¿La ´locura´ es algo que tiene que ser innato al artista?
-Yo no sentí que me volví loco, ese fue un pensamiento de los otros al verme actuar. Sentí que estaba haciendo algo que me gustaba y que hacía mucho tiempo lo tenía postergado, lo tenía como una segunda o tercera opción y de repente se convirtió en la opción primaria. Me levantaba y no tenía nada más que hacer que pintar, no tenía otra cosa en mi día. Me agradaba saber que me daba independencia, que dependía de mis propias manos, no de un tercero. Lo que más me excita del arte es eso, saber que no dependo de ninguna variable externa más que de vos mismo. Uno va trazando su camino, nadie te va a regalar nada y menos en una carrera como la del artista. Yo aprendí a perder el miedo después de fundirme, porque la gente le tiene miedo a la pérdida económica, se agarra del bienestar porque busca lo seguro. Cuando perdés todo te puede pasar que te quedás paralizado por la desazón o avanzás porque sabés que no hay más nada por perder.
-Te has criado en contacto con la naturaleza y animales, andando libremente por las calles jugando con tus amigos. ¿Valorás haber tenido una infancia así?
-Mi infancia fue lo más lindo que me pasó en la vida, fue increíble. Ser feliz de niño tiene un valor fundamental. Un niño feliz se va a convertir en un ser humano útil para la sociedad, con sentimientos y sensibilidad.
-Y hoy es lo que elegís para la crianza y el crecimiento de tus hijos, viviendo en una zona alejada de la ciudad, muy tranquila, con naturaleza y espacio…
-Sí, elijo eso para mis hijos. Hoy vivo al borde de una laguna, rodeado de naturaleza. Me encanta. Mi hija tiene de mascota un conejo. Vivir así hace que uno se comunique de otra manera con el medio ambiente.
-La mayoría de las personas por la vorágine en la que viven, no logran conectar con el arte más magnifico que existe: la naturaleza… el sol, un pájaro cantando, un buen paisaje de árboles y verde, el agua, la tierra. Vivimos muy dispersos de ese entorno.
-Es cierto. Hoy se valoran otras cosas, corriendo siempre atrás de la promesa de lo económico. Eso lleva a que nos distraigamos de algo que está al lado nuestro y a nuestro alcance como la naturaleza. La naturaleza te da mucho. Para mí no es lo mismo pintar encerrado en un lugar con luz artificial, que pintar con luz solar.
En 2002 Milo comenzó a ir a Buenos Aires en pos de expandir su arte. Sin recursos económicos, iba ofreciendo sus obras, a módico precio, por diversos lugares: empresas, conocidos de conocidos.
–El argentino es muy cálido, pero el porteño, en algunos casos, tiene una cierta altanería innata. Vos un tipo sumamente humilde, encima del interior, ¿lo sufriste?
-Buenos Aires fue dura al principio para mí. Una ciudad muy áspera como todas las grandes urbes del mundo, que si vos no te adaptás enseguida, te expulsan. Desde el interior venimos a buscar futuro en Buenos Aires, y hay que sortear esa prueba primaria de la adaptación. Hay que ir decodificando los códigos de la gente de gran ciudad y también contagiar los códigos que uno trae. Antes vivía en Recoleta y la gente no te saludaba, y yo entraba a los lugares y saludaba a todos. La gente me miraba como diciendo “¿quién es este loco?”. Con el tiempo logré que mis vecinos, el quiosquero, el canillita, me saluden. Eso es algo muy de provinciano, el generar empatía con el entorno diario que uno frecuenta, y saludarse, saber cómo se llama el otro al que uno ve todos los días.
-Para cualquier persona, pero mucho más para un artista, no hay mayor patrimonio que forjar un estilo propio, distintivo y reconocible. Vos has logrado eso sobremanera. ¿Es algo de lo que más valorás?
-Sí, lo valoro. Que la gente te reconozca y genere empatía con tu arte, es grato y me sigue sorprendiendo. Cada uno puede transitar su carrera como artista de diversas maneras, pero si no hay un público del otro lado, es muy difícil. Alguien puede tener mucho talento, pero no generar empatía con el público. Que alguien hable de vos con amor y cariño, como si fueses parte de su vida, un ser cercano; me emociona. Eso es algo difícil de lograr.
“Yo ni siquiera he tratado de hacerme famoso, aunque me volví bastante famoso. No hice nada para serlo, solo escribí. Nunca pensé en el público, escribo por mi propio placer. Si viviese como Robinson Crusoe en una isla desierta, escribiría igual”, dijo alguna vez el gran maestro Jorge Luis Borges.
“Pinto porque tengo la necesidad de pintar, si después a la gente le gusta, es un accidente. No necesariamente hay que hacerlo para el público, uno pinta porque le gusta pintar”, expresó en cierta ocasión Milo. Aunque también contó que pone mucho amor en su trabajo porque sabe que la persona que va a recibir ese cuadro lo va a acompañar durante muchos años de su vida.
-¿Cuál es la línea entre pintar por propio placer y pintar pensando en el público?
-Yo accedo a hacer trabajos por encargo, gente que me pide que le pinte algo en especial. Es maravilloso que alguien te confíe un retrato de su esposa, de su perro, de su novio. Algo que los va a acompañar durante muchos años. Pero sí, primeramente, yo pinto porque me gusta, no pinto pensando en el público, porque eso sería subestimarlo dando por hecho que lo conocés, y mi público es muy ecléctico. Por más que sí uno genera un público, no estoy pensando en eso todo el tiempo, pinto porque me gusta y es algo que hago todos los días.
-El artista, en ciertos casos, en su esencia es terriblemente creativo y productivo, pero bastante volado, vive como en un mundo paralelo al de la gente cotidiana. Vos no solo sos un artista, sino un empresario y emprendedor de tu propia imagen y trabajo.
-Sí, es cierto. Hoy estoy camino a convertirme en una pyme, que es lo que quiero generar en cuanto a la organización de trabajo del día a día. No sirve únicamente con pintar un cuadro, tenés que comercializarlo, comunicar, entregarlo. Todo eso no es ajeno a uno, al contrario, es sobre tu persona y tu trabajo. Uno no puede hacer una obra y desligarse de ella sin más. Tengo gente a mi cargo. Soy responsable de mi trabajo y del ingreso de otras familias.
-También se nota en vos tu manera ´industrial´ de trabajar. Sos metódico, trabajás todos los días muchas horas. Por ejemplo, Andrés Calamaro estuvo cinco años sin agarrar un instrumento, Ernesto Sábato 10 años sin escribir. Cuesta imaginarte a vos con una laguna así.
-Yo necesito del trabajo diario, me encuentro mucho ahí. Puedo tener descansos de tres o cuatro días, pero retomo. Tengo la necesidad interior de seguir activo, produciendo, trabajando. Hay veces que los artistas colapsan y entran en un periodo sin que la gente sepa nada de ellos. A mí la frustración me da más fuerzas para seguir insistiendo. Soy muy trabajador, me gusta sortear problemas.
-No buscás un público pasivo: catadores de arte que estén horas mirando un cuadro. Sino apuntás a generar un público activo, que se involucre e intervenga. Tenés un montón de libros para chicos didácticos y temáticos para estimularlos a que creen, imaginen y desarrollen. Hacés un montón de talleres para despertar el gusto por pintar.
-Así es. Mi público es muy ecléctico y todo el tiempo toma diferentes formas, abarca muchas edades. No pienso el arte solo para entendidos en la materia, lo pienso como algo maravilloso que puede llegar a cualquier lugar, que puede hacer muchas cosas por las vidas de las personas. El arte puede modificar y transformar la vida de alguien, como lo hizo con la mía sin venir del palo. Pensar en hacer arte para una élite, es subestimar a la gente, es algo arcaico. Pensar solo en la obra es obsoleto, lo que tiene valor es la acción.
Roberto Art fue un personaje muy influyente y trascendental en la literatura argentina, pero desde un estilo totalmente anti técnico. Para los ojos académicos, su estilo era muy malo. Pero esa manera terrenal de escribir, le permitió forjar su impronta narrando sus historias de lo que sucedía en el día a día de la ciudad, los suburbios; algo que seguramente Borges nunca hubiese podido. Algo similar sucede con Milo. Sus producciones son fáciles de apreciar para el público en general, no son para nada pretenciosas, con trazos simples y explosiones de colores; lo que vuelve muy cercano a la gente. Algo que, lógicamente, para el círculo de élite de la pintura es cuestionable.
-Tenés la humildad y la seguridad en vos mismo para decir de tus obras que te gusta la posibilidad de que un chico al verlas pueda expresar: “yo también puedo hacer eso o lo puedo hacer mejor”.
–No tengo complejos dentro del mundo del arte porque tengo mucha claridad de lo que yo soy y quién soy. Me gusta que el arte les sirva a las otras personas, no solo a mí. Cuando alguien te ataca, lo hace desde la inseguridad en él mismo, desde el desconocer cómo piensa uno. Tengo amigos dentro del arte que antes han sido opositores a mi estilo, pero que al irme conociendo y entrando en mi mundo, fuimos entablamos un vínculo. Lo que aleja a las personas es el prejuicio y la no tolerancia sobre el que hace algo diferente. Hay que ser humilde, cosa que nos cuesta mucho a los artistas. No hay que ser despectivo con el público, porque es el que te permite vivir y trabajar de esto. Yo tengo mi seguridad, pinto a mi manera y el otro elige si le gusta o no lo que hago.
“Al revés de todos los artistas, yo no creo en la inspiración. Y no creo por una cuestión científica: de la prueba y el error aparecen los aciertos. Yo pensando en mi cama puedo estar una semana y va a ser imposible que encuentre el rosado que estoy buscando, porque no es un pensamiento. Siempre me definí como un trabajador de la pintura, ya que nunca tuve la suerte de que me baje una idea y se plasme en un cuadro. Creo que, en el arte, la inspiración no existe”, declaró en cierta ocasión Milo.
–Hay casos como el de Michael Jackson que contó que su mayor éxito, ´Thriller´, lo compuso mientras venía manejando su auto, sintió que le bajó la letra, paró el auto, agarró la grabadora y lo recitó como poseído. ¿No crees en esos sucesos en que el artista conecta con algo superior y se vuelve un receptor de cierta información que le baja el universo?
-Yo no creo en la inspiración, me cuesta mucho creer en eso. Le puede pasar a un artista, a dos. Creo en el trabajo. Muy pocas veces me ha pasado de levantarme con la idea de un cuadro que había soñado. En general una idea decanta después de muchos fracasos. Lográs lo que buscás, que a veces ese trabajo terminado es muy distinto a como lo habías pensado, luego de trabajar siete u ocho horas por día, de probar diferentes cosas en el proceso. Únicamente pensando algo, no lo vas a lograr. Trabajando aparecen cosas, lo que uno tiene que estar es despierto, atento. Respeto mucho los horarios de trabajo, el tener una conducta, no desvariar porque el desorden muchas veces no te ayuda a aceitar esa rutina de trabajo. Eso no quiere decir que una noche me levante y pinte. Hay que sacrificarse mucho para llegar al éxito, que a veces el artista no está dispuesto a eso. No todo es glamour.
-Del error puede surgir algo buenísimo, innovador e impensado. Hay que ser permeable a la equivocación…
-Yo soy muy disperso y en donde me distraigo arranco para otro lado. Por eso trabajo con ayudantes para tener un orden dentro del caos en el que vos planteás el trabajo. Soy muy caótico y mis ayudantes me brindan un hilo conductor. Aprendí a capitalizar el error que es algo que mucha gente no se permite. El error está bueno. Cuantas más equivocaciones tenés, más posibilidades de acariciar un éxito tenés. El éxito viene después de muchos fracasos e intentos. Nadie se levanta de la nada y es exitoso.
Milo es una persona loablemente solidaria y comprometida con el entorno social. Se involucra de forma activa de cuerpo y alma, no solamente donando tal o cuál obra. “Estoy en una buena situación económica y no quiero ser el más rico del cementerio. Me gustaría convertirme en un humanista y que todo lo realizado desemboque en un legado o aporte cultural.”
–Has dicho una vez: “a todos nos hace bien ayudar”. Cuando das algo, te lo estás dando a vos mismo ante que todo: a tu alma, a tu desarrollo espiritual, tu evolución de ser humano; te enriquece en todo aspecto.
-Totalmente. No hay nada mejor que la práctica. Siendo solidario contribuís a la mejora de la especia humana. Uno puede leer o hablar mucho sobre solidaridad, pero si no se practica, no sirve. Hay que colaborar con lo que vos hacés o podés, no con lo que no tenés. No se trata solo de regalar un cuadro, se trata de ir a una escuela y pintar en persona, junto a los alumnos, el mural. Esa interacción con los chicos hace que ellos sientan que esa obra les pertenece, entienden el sentido de pertenencia. La solidaridad es como la cebolla: es por capaz. Primero hay que practicarlo con la gente que te rodea en el día a día, teniendo buenos gestos, irradiando buena energía, intercambiando miradas. Eso hace que la sociedad mejore. No tiene sentido que done dinero para los nenes de África, pero sea malo con mis vecinos. Hay muchas pequeñas maneras de ayudar, no tienen que ser elocuentes sacrificios. Esos pequeños actos cotidianos te van construyendo y le van mostrando el camino a los demás que ven cómo actuás, empezando por tus hijos. Hay que buscar que los otros se reflejen en vos a través de contagiar con el ejemplo.
No hay términos más ´peligrosos´, sobre todo en el siglo 21, que ´la fama´ y ´la popularidad´. Muchas veces esos términos son sinónimos íntimos de mediocridad, estupidez y superficialidad. Como supo decir Ricardo Darín: “Ser famoso es una ´garcha´. La fama en sí misma no es un valor. No podés querer ser famoso. Es como querer ser pelotudo. ¿Por qué vas a querer ser pelotudo? Hay gente que como no tiene ningún talento busca ser famosa y así ´zafa´, y te dice cómo es la vida y qué tenés que hacer”.
–Vos sos sumamente popular y famoso, pero como consecuencia de ser sumamente prestigioso y reconocido por tu arte. Algo muy diferente a “querer ser famoso o popular”.
-Coincido mucho con lo que dice Darín. El reconocimiento que tengo me ayudó mucho a poder ayudar a otras personas. Yo canalicé la fama y la popularidad por ese lado, por la faceta solidaria. En mi casa no se habla de mi ´fama o popularidad´, tratamos de ser personas normales, trato de ser cada vez más común. Ser famoso en sí mismo no es un valor. Un valor es ser buena persona. Que alguien te diga que sos un gran artista tampoco me parece tan meritorio, porque hay personas que hacen muchas mejores cosas y no son famosos. Tengo amigos médicos que hacen trasplantes, que salvan vidas todos los días, esos sí son genios. Como sociedad muchas veces confundimos los valores, los tenemos equivocados. El éxito no está en lo económico sin importar como conseguirlo. Buscamos lo inmediato, las apariencias. He viajado mucho y te das cuenta lo pequeño que uno es. Hay tantas cosas para conocer, para emocionarse, para pensar y replantearse.
“Quiero ser lo más moderado posible porque a veces cuando te hacés conocido tu palabra tiene más repercusión y yo soy una persona que está lejos de atacar”.
-Ese pensamiento tuyo va un poco en contra del gen del artista que, por lo general, es provocativo, controversial, psicodélico…
-Depende la edad. A los 40 años era más reaccionario y agitador que a los 53. Hoy soy más moderado y busco que cuando digo algo, más que generar un impacto, genere conciencia. Sí estoy lejos de reprimir mis ideas, digo lo que pienso, pero buscando una manera moderada. Prefiero colaborar a ir al choque. No me gusta la pelea, me distrae, es una pérdida de energía. Hay que discutir pensamientos e ideas que dejen algo.
“¿Quién va a venir a comprar arte a Argentina si no puede sacarlo? Quieren llevarse cuadros grandes, pero después el flete, la aduana, el trámite, no hay nada que lo facilite para que salgan. Si yo quiero exponer o trabajar en otro país, tengo que ir a hacer todo allá, porque es más fácil eso que sacar la obra de mi país. ¿cómo no voy a poder circular con mi trabajo? ¿Cómo vas a hacer una carrera fuera si no sabés si vas a pasar la aduana?”.
-Para un laburante, desde hace muchísimo tiempo, el día a día en Argentina es extremadamente desgastante, estresante, asfixiante, lleno de incertidumbre…
-Me duele la pobreza. Me duele que no hayamos pensado un país distinto en momentos que tuvimos muchas oportunidades. En el medio del desorden, Argentina sigue produciendo materia prima de alimentos para 11 argentinas, pero, sin embargo, tenemos más del 50% del país en la pobreza. La dirigencia política, más allá de los partidos, no tiene un norte. Vivimos en un estado continuo de mediocridad, pensando en modelos que están agotados políticamente. El modelo de Argentina no es aplicable en ninguna parte del mundo, ni siquiera en países que eran más pobres que nosotros. El sistema argentino es inviable hace muchos años.
-Apuntás mucho a fomentar la sensibilidad y la creatividad de los chicos. Un chico es una llama encendida, una esponja súper receptiva, lleno de inocencia, frescura. Pero, en general, la sociedad, la familia, la educación; lo va adoctrinando y etiquetando. Por eso es tan importante tu búsqueda…
-La educación va a ir cambiando, yendo hacia un cambio cultural grande a nivel mundial. No se puede pensar al mundo con una educación de la década del 60. No aceptar los cambios, es retroceder, es no entender que todo va evolucionando. La educación debe cambiar porque están cambiando los paradigmas culturales. Vamos hacia un mundo en donde vamos a tener que ser muy creativos.
–Se nota que sos una persona que emana gratitud por la vida a cada paso…
-Soy una persona agradecida con la vida. En los momentos de crisis, uno muestra la madera de la que está hecho. Uno elige cómo quiere vivir. Ser agradecido está bueno. Soy feliz así. No busco ser millonario, valen más las experiencias, el cariño dado y recibido.