Eduardo Urtasún

Por Damián Giovino (@DamianGiovino)

Pilar sustancial del proyecto más valioso y enriquecedor que tuvo la historia del fútbol argentino: el de selecciones juveniles de Pékerman y Tocalli. Eminencia de la preparación física, pero que trascendió su mera función para hacer un culto de la docencia, demostrando que se puede educar y formar personas mientras se compite en la alta exigencia y se obtienen logros deportivos. Jugó profesionalmente en Arsenal y se retiró con solo 29 años. Integró el cuerpo técnico en tres Mundiales de mayores (dos con Colombia y uno con Argentina, todos con Pékerman). Humanizamos a Eduardo Urtasún, un tipo íntegro y de profundos valores.

“En el Fútbol no es lo mismo entrenar que enseñar; hay muchos buenos entrenadores, pero pocos buenos maestros“, dijo alguna vez el legendario Johan Cruyff.

-Vos estás dentro de ese selecto grupo de maestros del fútbol…

-Ya desde mi época de jugador me gustaba hablar con mis compañeros más jóvenes, estar encima de ellos, poder aportarles mi experiencia. Siempre fui un poco obsesivo con todo lo relacionado a la disciplina, al entrenamiento y eso trataba de transmitir: el entrenarse mucho, el ser justo, correcto, no cometer errores que pudiesen perjudicar al grupo; darles importancia a las cosas del día a día. Todas esas cosas hacen al desarrollo del jugador. Como PF intenté seguir esa misma línea, siendo siempre genuino con el jugador. Cuando no sos íntegro, cuando apelás a frases hechas, el futbolista enseguida lo capta y eso no gusta. Mientras jugaba en Arsenal, yo estudiaba la carrera de educación física y eso demandaba una complejidad en cuanto a la organización de los horarios, de los viajes: vivía en Sarandí e iba a estudiar a Núñez de noche, volviendo muy tarde a casa; pero fue una etapa que disfruté mucho.

“Eduardo jugó profesionalmente al fútbol y sabía lo que se necesitaba adentro de la cancha. Además de su función de profe, que era extraordinaria, también colaboraba en la parte técnica:  Les enseñaba a los chicos a cómo cabecear, cómo retroceder, cómo pegarle con una pierna y cómo con la otra. Fue muy importante. Alguien muy sabio, con alma de docente”, recuerda Hugo Tocalli.

-¿Cómo convivían en vos todas esas facetas: la de PF, la de conocedor del juego y la de docente?

-Es cierto que se presentaban una dualidad de situaciones, pero las fui resolviendo naturalmente, sin pensarlo mucho. Siempre fui muy observador de todo y en la parte del juego también: la parte táctica, los movimientos, los gestos técnicos, los posicionamientos; por ende, no me resultaba nada difícil poder brindar un concepto para corregir a un chico, ser una consulta para ellos al respecto, debatir con el resto del grupo de trabajo. Hoy lo veo a la distancia y sí admito que suena complejo poder llevar adelante esas varias facetas a la vez.

“Los niños tienen una insólita capacidad de hermosura, en lo simple; pero después los adultos nos ocupamos de convertirlos en nosotros, y les arruinamos la vida, les achicamos el alma”, esgrimió alguna vez el gran Eduardo Galeano. En dicha línea, la premisa del cuerpo técnico en ese inefable proyecto juvenil era clara, como asegura Urtasún: “les dejábamos en claro a los chicos que asumir las cosas con responsabilidad no significaba no disfrutar, queríamos que trabajen con alegría.  No queríamos que pasara un día sin que aprendiesen algo nuevo y se llevaran algo positivo para su formación”. 

-Solemos hablar del ´esfuerzo´, el ´sacrificio´ como pesares y cargas para el humano, cuando se pueden obtener los mismos logros disfrutando de las cosas. El esfuerzo y el disfrute no son antónimos y pueden congeniar.

-Sí, totalmente, es lo que nosotros intentábamos pregonar. Tener un alto grado de exigencia no tiene que llevar a una inhibición en el potencial del pibe o una sobrecarga de sus posibilidades, todo lo contrario, porque si no, en vez de hacerlo mejorar, le ponés un freno a su desarrollo. Les hacíamos hincapié en que teníamos buenos campos de entrenamientos, todos los materiales necesarios, buena infraestructura; todo al alcance para que puedan aprovecharlo en su formación y crecimiento, y tenían que disfrutarlo.

Todo disfrute y privilegio, conlleva responsabilidades, y eso era algo que también en aquel proceso se dejaba en claro: se les inculcaba a los chicos el chip de que, al ser jugadores de selección, cuando volvían a sus clubes para jugar en sus categorías, lejos de sentirse superiores, debían dar el ejemplo en todos los aspectos. “Les decíamos que tenían que disfrutar con responsabilidad los partidos en sus equipos, porque nosotros los íbamos a ver y valorábamos lo que hacían ahí: cómo se interrelacionaban con sus compañeros, cómo se comportaban con los árbitros y el rival. Los conceptos eran muy claros, estábamos formando jugadores, pero sobre todo personas”, recuerda Eduardo. 

“Cuando llegué a la Primera de Independiente me sentía más preparado que hasta los compañeros mayores, por todo lo que había aprendido en las selecciones juveniles”, contó Gabi Milito. “Cuando empecé a ser convocado por Pékerman y Tocalli a las juveniles, yo ya había debutado en Primera, con 16 años en Newell´s y tenía una cierta cantidad de partidos como profesional en Estudiantes. Pensaba que ya estaba todo encaminado, que ya era profesional y tenía todo por delante, y con ellos me di cuenta que tenía muchas cosas por corregir, aprender y mejorar. Di un salto de calidad pasando por esas selecciones juveniles”. Narró Lionel Scaloni.

-Ese proyecto era tan ambicioso y superador que logró un nivel de profesionalización en juveniles aún mayor que jugadores que ya eran profesionales hacía tiempo…

-Era lo que buscábamos e intentábamos transmitir. El tipo de entrenamiento que llevábamos adelante era de un nivel de mayores profesionales. Al haber sido un proyecto que perduró tanto en el tiempo, fuimos adaptando, modificando y sistematizando los sistemas de entrenamientos en base a las necesidades que iban requiriendo las diferentes camadas de juveniles. En nuestra época las selecciones juveniles funcionaban como un club en la sistematización de los entrenamientos, los jugadores pasaban mucho tiempo con nosotros. Reparábamos en la alimentación y la suplementación del jugador, contábamos con psicólogos, con asistentes social, teníamos gente que a los chicos del interior los llevaban a estudiar de noche a un colegio cercano al predio de Ezeiza; brindábamos una formación integral y los frutos quedaron a la vista.

“Los frutos quedaron a la vista”: logros deportivos extraordinarios, formación de jugadores que llegaron a figuras de la élite mundial. Pero detrás de la grandilocuencia, de los éxitos, están las cosas ´pequeñas´, las simples cosas que hacen a las grandes. Detrás de un Cambiasso, un Mascherano, un Sorín, hay seres con menos luces y más anonimato, pero igual de importantes. Y eso, Pékerman, Tocalli y Urtasún a la cabeza, lo pregonaron a raja tabla. El ejemplo perfecto es el de Mario De Stéfano, ´Marito´, mítico utilero de la Selección: “Me hicieron sentir importante, me valoraron como ser humano, a pesar de ser el último orejón del tarro. Nos inculcaron que teníamos que estar todos unidos, tirando para el mismo lado, desde los entrenadores, los kinesiólogos, los profes, los utileros; y que así íbamos a llegar al objetivo. Todos poniendo nuestro granito de arena”.

-Así se plasma un gran proyecto…

-Lógicamente. La persona que estaba en la cocina, el que arreglaba el campo de juego, el utilero: todos eran fundamentales. Sí, el objetivo era formar grandes profesionales, pero para eso se necesita un andamiaje en donde todas las piezas son importantes y si una no funciona, era imposible lograr los objetivos.  Pasábamos mucho tiempo en el predio y si hay alguien que trabaja sobre manera para que todo este óptimo, es un utilero. Cómo no va a ser importante un utilero si realiza una tarea importantísima. Cómo no va a ser importante el cocinero que le brinda el ´combustible´ al jugador. Cómo no va a ser importante el canchero si es el que después de un entrenamiento en día de lluvia, en donde el campo de juego queda muy lastimado, se ocupa de arreglarlo para el siguiente entrenamiento. A los chicos les decíamos: ´la cabeza no se la mojan con las botellas de agua mineral, porque en sus casas si hacen eso sus madres les dan un escobazo. La cabeza se la mojan con el agua de la manguera, el agua mineral es para tomar´. Son los pequeños detalles, es el sentido común. Hay que valorar las cosas.

-Teniendo una profesión tan absorbente y a la cual les has dedicado y le dedicás muchísimo tiempo, a límites obsesivos ¿cómo manejaste tu vida familiar sobre todo cuando tus hijos eran chicos?

-Eso es una parte muy compleja de este trabajo, muy difícil. Mi señora es la que sostuvo toda la estructura familiar. Estamos juntos desde los 21 años. Me acompañó por toda mi etapa de jugador, cuando estudiaba, que solo nos veíamos los fines de semana, y luego en mi rol de PF. Tuvo que bancarse sola muchas situaciones familiares. En el proceso de juveniles diagramamos un calendario que, entre los entrenamientos, los torneos, los viajes, demandaba una cantidad enorme de tiempo, que te quitaba mucha presencia con la familia. En las fotos de las vacaciones en enero están mi mujer y mis hijos… yo no estoy en ninguna. Mi señora se bancó todo eso, pero es lógico que mis hijos hayan sentido mi ausencia.

“El estar tanto tiempo fuera de mi casa y perderme cosas del día a día, hacía que cuando alguna noche estábamos cenando y mis hijas con mi esposa hablaban de ciertas cosas, no sabía de qué hablaban y si yo acotaba algo quizá me decía mi señora: ´Leo, no opinés que no sabés bien cómo es el tema´”. Anécdota que Leo Astrada narró en ´Humanizados´.

-Cuando sí estabas en tu casa, ¿cómo te manejabas?

-Intentaba al menos poder llevar a mis hijos al colegio bien temprano y luego me iba al predio. Y después sí, gran parte de lo que acontecía, me lo perdía y tenía que resolverlo mi mujer. En la cena familiar trataba de ponerme al tanto de todo, pero, indefectiblemente, hay una parte en la que estás ausente, la realidad misma te lo marca. Se hace dificultoso y dependés de la tolerancia de tu señora, sino, realmente es insostenible.

“Cuando Bielsa asumió en la Selección mayor, nos entendimos enseguida. Mientras la prensa hacía polémicas, nosotros nos llevábamos maravillosamente bien. En Argentina no se entienden esas cosas; Cuesta ver a gente de mucha capacidad y juntas sin que se generen polémicas”, afirmó una vez Pékerman. Y ahí estuvo una de las claves fundamentales del éxito de ese proyecto de selecciones juveniles: el grupo de trabajo. Como dijo Tocalli: “nunca hubo celos, nos llevamos perfectamente bien. Nunca hubo nada raro dentro del grupo, era todo muy simple, todo muy serio, todo muy responsable”.

-¿Fue así?

-Sin dudas. Cada uno que se sumaba, se acoplaba perfectamente. Las pautas estaban muy claras. La relación interpersonal entre todos era excelente. Pasábamos mucho tiempo juntos, convivíamos, éramos apasionados y debatíamos, discutíamos ideas, todo muy enriquecedor; siempre sabiendo que la cabeza era Pékerman. cada almuerzo era una hora y media hablando de fútbol. Estábamos en constante evolución profesional. Era todo muy simple y claro, porque nosotros éramos así. Cuando desde los que conducen, las cosas están muy claras y se pregona con el ejemplo, se crea hacia abajo un círculo virtuoso; eso sucedía con los juveniles. Había mucho sentido de pertenencia. Los chicos que venían tomaban el espejo de los que se habían ido.

En diálogo con ´Humanizados´ Guillermo Maccagno, uno de los jefes médicos del Hospital Tornú, reflexionaba: “Les digo a los médicos más jóvenes que está muy bueno que estudien lo que se dice en los congresos, que se ayornen con las últimas actualidades de la profesión, porque hay que estar bien formado, pero eso hay que bajarlo a la realidad con el paciente que tenés adelante. Hay que entender el contexto de un paciente que viene desde González Catán al hospital, en un viaje larguísimo, a las tres de la mañana, para intentar conseguir un turno, sin haber desayunado, sin saber si va a almorzar, sin poder comprar los remedios que le recetas”. Ese paralelismo se puede trazar en el fútbol formativo. En la formación humana de un chico, un club es el tercer paso en la cadena de aprendizaje. El primero, por supuesto, es la casa, y luego viene el colegio. Un club termina de contribuir y moldear al chico. Pero muchas veces eso no sucede y pasa todo lo contrario, que el club se termina convirtiendo en el primer eslabón ya que en la casa no reciben la educación adecuada y ni si quiera van a la escuela, o no le dan importancia.

– ¿Qué se hace cuando se recibe un joven con esa problemática social? Ahí no alcanza solo con saber mucho de fútbol o de preparación física…

-Es así, muy claro. Uno trata de estudiar, de evolucionar desde el conocimiento, haciendo cursos, leyendo, estando siempre actualizado, pero después todo eso tenés que llevarlo a cabo en una realidad social que se contrapone con las necesidades básicas. Entonces todo ese conocimiento que uno tiene hay que saber adaptarlo a esa situación puntual en que estamos inmersos. Venían a vernos al predio de equipos de Francia, de Alemania, de un montón de países para saber cómo entrenábamos, nuestros métodos, sistemas. Y los franceses, por ejemplo, se sorprendían de ver que nos ocupábamos de los ejercicios de fuerza, de la alimentación, la suplementación, porque ellos allá eso lo tenían todo resuelto, porque no fallaba esa cadena que vos estás mencionando: un chico allá llega a un club bien alimentado, bien desarrollado físicamente, yendo al colegio; el chico ahí llega a un club solo para hacer fútbol, les enseñan exclusivamente a jugar al fútbol, porque lo demás lo tienen resuelto. En Argentina un club cumple un papel preponderante en la formación del joven porque dicha cadena está alterada: le brinda escolarización, le brinda al menos dos comidas para que el pibe tenga la alimentación básica del día. Por eso el profesional argentino se desarrolla tanto y está tan bien visto en el mundo, por su capacidad resolutiva, porque se tiene que ocupar de cosas que en otros países no es necesario ocuparse.

-¿Qué tanto ayuda el avance de la tecnología en el fútbol? “Todo lo que facilita en exceso, debilita” dijo una vez Toni Nadal (tío y ex entrenador de Rafa). Es una era de la inmediatez en donde todo está al alcance de la mano y se ha perdido la esencia del amateurismo del que tanto habla Bielsa.

-Hubo una dinámica muy grande en los últimos años que hizo que muchas cosas cambien. El tema de las redes sociales, por ejemplo, que genera un nivel de exposición muy alto, que tergiversa las maneras de comunicar. Es muy compleja toda esa realidad, porque hasta un punto esas cosas pueden ser útiles, pero en varios aspectos se contrapone con el día a día que uno quiere llevar adelante. Hoy un joven tiene demasiada información a su alcance, y no toda es correcta, hay mucha información que interfiere el mejor desarrollo del chico. Después muchas herramientas tecnologías aplicadas a los entrenamientos, son buenísimas porque te permiten elevar mucho el control de las cargas, el nivel de especificidad que colabora a ser mucho más preciso en los métodos del entrenamiento del día a día.

“Los futbolistas de antes resolvían de una forma más espontanea, ahora son más obedientes, entonces necesitan el mensaje y el apoyo del entrenador y eso genera una dependencia. No debería ser así”, dijo alguna vez Marcelo Gallardo.

-¿Crees que el jugador de hoy está más robotizado?

-Hay jugadores que siguen teniendo esa impronta resolutiva sin necesidad de un aporte externo. En los últimos 30 años cambió mucho el fútbol en cuanto a la incidencia del entrenador y sus colaboradores sobre sus jugadores debido, como te decía antes, a las muchísimas herramientas con que hoy se cuentan, pero eso no debe coartar la inventiva del jugador para tomar decisiones.  Entonces el jugador hoy quizá mira hacia el banco porque no quiere ejecutar una resolución que tal vez el entrenador no coincide. Entonces, sí, hay una dualidad ahí, porque el jugador cuando tiene la pelota, tiene que resolver él. Hoy también en cada partido hay muchísimas cámaras que toman todos los detalles, y puede hacer quedar como que el jugador es recontra dependiente del entrenador. Después sí, cuando el partido está parado, el entrenador aprovecha para ordenar posicionalmente al equipo y demás. Esto que me estás planteando me genera una dualidad de criterios, no lo tengo muy claro.

-En un plantel tenés uno que nació en el conurbano profundo con decenas de carencias, otro que se crio en un contexto socioeconómico favorable, otro del interior con costumbres distintas. Para llegarle a cada uno puntualmente hay que ´dar en la tecla´ como dice Julio Velasco…

Sí, porque todas las personas son diferentes, por eso liderar reviste mucha complejidad, más cuando tenés tantas personas como en un plantel de fútbol. Al jugador tenés que darle herramientas simples para que te entienda y luego eso que vos entrenás en la semana, lo pueda ejecutar y plasmar el día de partido. Todo lo que hacés en la semana está bárbaro, pero se tiene que ver reflejado y tiene que repercutir en el partido. Las herramientas tenés que lograr que cada jugador las interprete y para eso tenés que ser muy justo, conociendo las capacidades de entendimiento que cada uno tiene, que no son iguales, y a partir de ahí lograr que las consignas sean claras para todos, sin sobrecargarlos, porque eso no beneficia ni al jugador individualmente ni al grupo. Siempre en un plantel hay futbolistas que se preocupan más por estar atentos al conocimiento táctico, de posicionamiento, que son de hablar más, y que suelen ser los centrocampistas porque son los que conectan las tres líneas, los defensores centrales, porque desde el fondo ven todo el panorama; quizá los delanteros se ocupan puntualmente más por su juego y sus movimientos. Suelen ser diferentes personalidades.

Hoy la Selección Argentina, en el proceso de Lionel Scaloni, atraviesa uno de los mejores momentos de su historia. Pero previo a esto, la selección tuvo varios periodos complejos en los cuales no contagiaba al futbolero. La última gran nómina fue la que llegó a disputar el Mundial 2006 con Pékerman y Tocalli. Un equipo que jugaba un fútbol de altísimo vuelo, con nombres que brillaban por todo el mundo. Urtasún fue el preparador físico de aquel equipo.

-Tocalli me ha dicho que nunca más pudo volver a ver el partido contra Alemania por la enorme espina que le quedó, porque sentía, como todos, que esa selección estaba, claramente, para ganar el Mundial…

 -Fue un golpe durísimo, un dolor inmenso. Uno en el transcurso de las competencias (eliminatorias, torneos previos al Mundial), va viendo la evolución del equipo y nosotros llegábamos muy bien a Alemania. Había varias fortalezas como para aspirar a jugar la final, había un convencimiento interno de que estábamos para hacer un gran torneo. Pero los mundiales tienen esas cosas, se definen muy pequeños detalles.

-De hecho, después de cada Mundial la FIFA organiza un congreso entre partes vinculadas para analizar diversas cuestiones y allí Argentina fue elegida como la mejor selección del Mundial y Argentina – México, el mejor partido del certamen…

-Sí, también los dos mejores goles: el del Cuchu a Serbia y el de Maxi a México, pero es muy poquito todo eso a comparación de lo que uno aspira cuando llega a jugar un Mundial.

-Pékerman llevó adelante una revolución en Colombia. Formó una selección que jugaba muy bien al fútbol, logrando el mejor Mundial para la historia del país (5to puesto en Brasil 2014). Te consulto por los claves de ese proyecto para llegar a dichos logros…

-El proyecto era armar todo, básicamente, porque cuando llegamos nos encontramos con muchas dificultades que fuimos resolviendo con el mismo criterio de siempre: ser ordenados, prolijos, bajar un mensaje claro para convencer de que lo que hacíamos era en beneficio de todos. Apuntábamos a dejar un legado que perdurara en el tiempo. Argentina en cuanto a infraestructura tiene todo lo que cuando llegamos a Colombia no había. No había un predio para entrenar, no había una sede fija para competir. De a poco, ganándonos la confianza, se fue mejorando el predio de Bogotá para las selecciones juveniles y mayor, se fue mejorando todo lo relacionado a la logística, se agrandó el cuerpo médico para un seguimiento más preciso de cómo estaba cada jugador en su club, sumamos más fisioterapeutas, se creó una oficina para el seguimiento de jugadores, viajar con cocineros. Logramos una organización.

-Es decir, tuvieron que cambiar la mentalidad y la cultura futbolística en varios aspectos…

-Y sí. Nosotros los primeros dos viajes los hicimos en un avión de línea con sponsors, con periodistas, y eso no podía suceder. La delegación tenía que viajar sola en una chárter. Fue difícil de hacerlo entender. En el segundo viaje, a Ecuador, tuve un inconveniente considerable con un congresista colombiano que no en buenos términos quería irrumpir para hacer firmas camisetas, cuando nosotros veníamos de perder, con el clima tenso que provoca. Con eso dejamos demostrado que las cosas no podían seguir así, que había que cambiar todo lo relacionado a la logística. Todo lo hacíamos porque creíamos que era lo más conveniente para el jugador.

-¿Qué diferencias hay entre el jugador argentino y el colombiano?

-Obviamente que hay diferencias porque tienen otra formación y otra configuración en las apreciaciones porque son idiosincrasias y culturas distintas. Pero nosotros de entrada planteamos lo mismo que habíamos hecho en Argentina. Además, contábamos con jugadores que ya tenían mucho recorrido en el fútbol mundial y que sabían cómo era la dinámica: Yepes, Falcao, Perea, Elkin Soto. Les planteábamos a los jugadores y la dirigencia de que nosotros no habíamos inventado nada, de que veníamos a plasmar las necesidades, que eran muy claras, que tiene el fútbol profesional y de selección. Una vez que el proyecto se empezó a plasmar con claridad, por el paso del tiempo y los buenos resultados, ya todos los jugadores que venían entendían por dónde iba el asunto y que el mensaje era claro y concreto.

-Hablanos algo de tu papá, Juan Carlos, que fue uno de los fundadores, junto a Julio Grondona, de Arsenal…

-Fue un tipo íntegro y muy simple. Es fácil decir eso siendo el hijo, pero me hago eco de la gente que lo conoció. Me dejó las enseñanzas de transitar la vida siendo honesto, responsable, brindándote al máximo en todo lo que hagas. Éramos tres hermanos y con él compartíamos mucho el mundo del fútbol, me crie en el fútbol; mi viejo fue jugador de Independiente y uno de le los fundadores de Arsenal, que, en pocos años, siendo un club chiquito de barrio, lo llevaron a la alta competencia. Uno de mis hermanos, Jorge, también jugó en Independiente. Vivía respirando fútbol, con mis amigos del barrio jugábamos en la calle y los que tenían condiciones también en el club, íbamos a la cancha a ver a Racing o Independiente que eran los clubes que teníamos cerca.

-¿Qué representó Julio Grondona para vos?

-Fue un tipo importantísimo en el fútbol argentino y a nivel mundial. Su cabeza siempre estuvo adelantada en todo. A nosotros en nuestro proyecto en selecciones juveniles nos ayudó muchísimo, nos facilitó siempre todo lo que necesitamos, hacía gestiones, siempre predispuesto a colaborar con el proyecto. Fue un hombre muy cercano a nosotros, nos acompañaba con su señora a los torneos; uno con él se sentía apoyado. Fueron muchos años compartiendo cosas y se crea un vínculo afectivo.

“Los argentinos nos autoboicoteamos, nos autodestruimos, no sabemos cuidar y conservar a los seres como Favaloro, en todos los ámbitos: medicina, arte, deporte, educación. Es muy del argentino. Argentina cuenta, en muchas disciplinas, con muy buenos profesionales, pero se los valora mucho más afuera que en nuestro propio país; es penoso. Cuando un Favaloro desaparece, lo lamentamos, pero cuando lo tenemos, no lo valoramos”, aseveró en charla con ´Humanizados´ Horacio Questa, eminencia del Hospital Garrahan.

Un Bielsa, un Pékerman, hasta Messi, han sufrido muchísimas subestimaciones. Es penoso eso…

-Es nuestra idiosincrasia como sociedad. Eso que vos marcás hace que uno se ponga una coraza y se blinde contra todo lo externo. En cierto punto te fortalece, porque sabés que te van a llover críticas cuando las cosas no son como los demás esperan que sean. O te liquidan o están todos arriba del barco, somos extremistas. Es difícil cambiar esa forma de pensar del argentino.

“Hoy que uno es padre trata de transmitirles los mismos valores que aquel grupo de trabajo de juveniles nos inculcaron a nosotros”, dijo Pablo Zabaleta.

-Esa simple frase, tantos años después, marca el tremendo poder con el que llegó el mensaje que ustedes pregonaron en esos chicos, hoy hombres adultos…

-Y sí. Siempre intentamos ser coherentes y usar el sentido común. Ser en la casa como se es en el trabajo y en la vida.  Pregonamos las cosas básicas: ser respetuoso, honesto, íntegro, responsable; y eso les llegó a aquellos chicos. Cuando hoy me reúno con alguno de esos chicos, hoy hombres, y me manifiestan una frase como la que mencionás de Zabaleta, te da la pauta de que, más allá de los logros deportivos, pudimos dejar una marca que trascendió en el tiempo. No es lo que más vende, pero si 25 años después alguien te dice que supiste llegarle, te da fortalezas.

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