Tiger Woods: de no poder levantarse de la cama, a reencontrarse con la gloria
Por Damián Giovino (@DamianGiovino)
Desde que apareció en un programa de TV, con solo dos años, portando un palo de golf y deslumbrando a todos con su incipiente talento fuera de lo común; Tiger Woods vivió por y para su deporte, al margen de sus desprolijidades en su vida privada. Pues imaginar a alguien que dedicó su vida a la actividad física, sin poder caminar, ni sentarse, ni levantarse de la cama; suena a un calvario descomunal. Eso le pasó al astro del golf debido a sus lesiones. Durante varios años padeció un infierno, necesitando ayuda hasta para trasladarse de su habitación al baño. Literalmente, no podía hacer nada. “Papá no puede moverse”, tenía que decirles a sus hijos cuando le pedían ir a jugar con ellos. Debido a esto se volvió adicto a medicamentos con drogas que les proporcionasen un mínimo paliativo a sus dolores (analgésicos, sedantes, etc). “Lo peor fue no saber si iba a poder vivir sin dolor. No quería vivir así. Jugar al golf me parecía imposible”, declaró. Pues ese mismo hombre, que tenía que bajar las escaleras de su casa de espalda, que sus allegados lo definieron como alguien de 90 años; volvió a jugar y a alcanzar la gloria, en, posiblemente, el regreso más épico de la historia del deporte.
Hablar de Tiger Woods es referirse a uno de los más extraordinarios talentos de la historia del deporte. Son contados con los dedos de la mano los deportistas que han generado lo que él generó, fuera y dentro del campo. Un hombre que supo convertirse en un fenómeno y mito popular a nivel mundial. Que supo ganar millones y millones de dólares, siendo uno de los deportistas que más dinero han cosechado. Si todo se limitase a eso, no podríamos no definirlo como alguien afortunado y como un elegido de la vida. Pero detrás de todo el oro, durante varios años tuvo que morder el polvo. Su ´puerta al infierno´ se abrió a mitad del 2008 cuando jugó el US Open, el cual ganó, para variar, sin ligamento anterior cruzado en una rodilla y con dos roturas en la tibia. Tras ese torneo fue operado de su rodilla izquierda. Se le empezaron a sumar insoportables dolores de espalda que lo hicieron alejarse de la actividad. Con el correr del tiempo ya no se trataba de volver a jugar, sino para Tiger la prioridad era poder volver a vivir, porque su estado era de sobrevivencia. A fines de mayo del 2017, el astro tocó fondo públicamente. Agentes de la policía lo hallaron a las 3am dormido al volante de su vehículo en Jupiter, un pueblo de Florida, donde Tiger tiene un restaurante. Fue detenido y trasladado a la comisaría bajo la carátula de “Conducir bajo el efecto de alcohol o drogas”. Su estado era sencillamente deplorable. No podía ni articular con claridad las palabras para responder al interrogatorio, ni caminar por sus propios medios. El resultado final del análisis toxicológico arrojaba que había consumido varios medicamentos con drogas paliativas para su insoportable dolor de espalda. Al poco tiempo de ese suceso anunció que iba a someterse a un tratamiento de rehabilitación para superar su adicción a ese tipo de medicamentos. En total el californiano pasó por ocho cirugías: cuatro de espalda y cuatro de rodillas. Tuvo algunos intentos fallidos de regresar a la competencia, los cuales quedaron truncados rápidamente por sus dolores. Parecía absolutamente imposible que pudiese volver a ser aquel que se llenó de gloria en sus años dorados en el golf. Contra todo pronóstico, Tiger lo logró y volvió al pináculo con 43 años, agigantando la leyenda.
El 14 de abril del 2019 sucedía lo imposible: Tiger volvía a ganar un Masters, el de Augusta, alcanzando su quinta “chaqueta verde” y su decimoquinto grande. En parte esto fue posible gracias a la medicina, como él mismo relató: “por suerte tuve la cirugía en mi espalda, lo que me dio la oportunidad de tener una vida normal. Pero de repente me di cuenta de que en realidad podía hacer girar un palo de golf otra vez. Sentí que, si podía lograrlo, todavía tenía las manos para hacerlo. El cuerpo no es el mismo que hace mucho tiempo, pero todavía tengo buenas manos”. Pero en una gran parte lo logró por la motivación de darles un regalo a sus hijos, que nunca lo habían visto ganar un Masters (el último había sido en 2008). Esa fuerza de voluntad por sentir el orgullo de sus hijos, produjo que Tiger tenga un regreso ganador que quedará en la historia del deporte como una de las más grandes hazañas de todos los tiempos.