Mónica Avila

Por Damián Giovino (@DamianGiovino)

Es una de las mujeres más inspiradoras y ejemplares dentro de una sociedad digna. Directora Médica del Hospital Militar y Coronel Mayor del Ejército. Fue una de las primeras femeninas en hacer carrera en una Fuerza Armada, rompiendo prejuicios y llegando a los más altos rangos jerárquicos. Luchadora incansable, demostró que podía estar a la altura de los hombres. Pionera, puso un notable cimiento en la búsqueda del derecho de la igualdad de la mujer. Enfermera y ginecóloga. Humanizamos a Mónica Avila, una vida al servicio del prójimo y de la patria.

-¿De chica sentiste la vocación por el servicio comunitario o cómo se despertó el deseo de ser médica y militar?

-Desde los tres años ya sabía que quería ser médica o una profesión vinculada a la salud, que implique tareas humanitarias. La vocación militar no la tuve desde un principio, pero mi papá siempre soñó con tener un hijo varón militar y por ende fue el primero que me apoyó. Cuando se creó la escuela femenina en el Ejército, me pareció que era una buena combinación: el pensar y ayudar al otro y defender a mi país. Así fue que fusioné ambas carreras y confluyeron para algo superador. Primero hice la carrera de enfermería, siendo de la primera camada en recibirse, saliendo de la escuela con el cargo de Subteniente enfermera profesional. Luego quise seguir estudiando medicina que era lo que siempre había soñado, y llevé adelante toda la cursada estando en el Ejército. Estuve tres años en Tartagal, realicé cursos de alfabetización con los aborígenes en el monte norteño, siendo premiada por la Cámara de Diputados con medalla de oro por dicha labor. Ya recibida, y habiendo hechos todas las prácticas en el Hospital Militar, quedé como ginecóloga, luego pasé a médica de planta, segunda jefa, jefa de servicio por 12 años, jefa del departamento materno/infantil, hasta llegar a ser la directora del hospital. Todo mi desempeño médico fue aquí.

-¿Te sentías un ´bicho raro´ al principio siendo mujer en una Fuerza Armada? ¿Notabas el recelo interno dentro del Ejército?

-Formé parte de la primera camada de mujeres que ingresamos al Ejército y por ende no fuimos muy bien aceptadas, nos hacían diferencias: si estábamos en una formación, estábamos solas, nadie se nos acercaba a hablarnos. Cuando había que salir a correr el jefe me decía que, si no quería que no corra, pero yo lo hacía. Notabas que la mayoría dudaba de que una mujer pueda perdurar en el tiempo dentro del Ejército.  Demostramos con nuestra vocación que podíamos trabajar a la par del hombre. Hoy ya no solo hay mujeres profesionales dentro de las Fuerzas, sino también en labor de cuerpo comando: infantería, artillería y todas las armas, conductoras motoristas. Mi esposo es militar y siempre me apoyó. Costó mucho la incorporación de la mujer a las Fuerzas, pero está el intento de que la mujer vaya llegando a diferentes cargos tanto en cuerpo comando como en cuerpo profesional. Dentro del hospital está muy logrado: tenemos muchas mujeres coroneles que son jefas de departamentos y se las respeta mucho.

Pocas personas más dignas y admirables dentro de una nación que aquellas que entregan y dedican su vida al servicio del prójimo y de la patria. Mónica fusiona ambas: médica y militar. Sin embargo, como alguna vez esgrimió el inefable Eduardo Galeano: “en este mundo de nuestro tiempo: mundo al revés, se recompensa al revés. Se castiga la honestidad, se desprecia el trabajo”. En Argentina, con una sociedad muy deteriorada en su matriz básica en cuanto a la desviación atroz de los valores, eso queda en evidencia: mientras un político corrupto es millonario y se pasea libremente, un médico público tiene bajos sueldos, trabaja a destajo en pésimas condiciones, expuesto a que lo agredan; como un simple ejemplo. O como contó a ´Humanizados´ Esteban Vilgré Lamadrid, ex Comandante del Ejército y héroe de Malvinas: “tuve que trabajar muchos años de noche para poder seguir siendo militar, porque el estado parecía que por ser militar te castigaba pagándote sueldos bajísimos. A mí, teniendo el uniforme de Los Patricios, a ver si se entiende: el uniforme de Los Patricios… los que nos dieron el sentido de nacionalidad en 1810; algunas personas me escupían, literalmente, y me insultaban”.

-Alguien como vos debería tener muchísimo más reconocimiento dentro de la sociedad…

-Muchas veces la escala de valores está invertida y los profesionales no son bien valorados, principalmente en la salud. Hay áreas en donde los médicos están expuestos a la agresión física como terapia intensiva y pediatría, y son las especialidades donde más cuesta sumar residentes por esta problemática social. Para llegar a ser ginecóloga tuve siete años de universidad y cuatro de residencia, son once años para coronar una especialidad, y luego quizá ese esfuerzo no es socialmente reconocido porque tenés que tener dos o tres trabajos a la vez para estar bien económicamente, mientras que jugando al fútbol ganás millonadas.

-Pese a la jerarquía que te da tu rol, debe ser muy desgastante llevarlo adelante. Imagino que la vocación y el amor por lo que hacés son el combustible que te motiva día a día…

Tengo 41 años de servicio, podría estar tranquila en mi casa, pero me inspiran mucho los desafíos en lo vinculado a este hospital que tanto quiero, que no es mi segunda casa, es la primera, porque estoy más acá que en mi hogar. Después de tantos años, levantarme todas las mañanas 5:30 para estar a las siete en el hospital, es porque realmente sentís que esto es lo tuyo. Por eso, a pesar de todos los problemas que conlleva esta labor, que a veces son más problemas que satisfacciones, uno lo hace desde el corazón, con amor, por eso no es una carga. Cuando uno recorre los pisos y ve a pacientes con una enfermedad terminal o un sufrimiento, con situaciones familiares terribles, ahí te das cuenta que eso es lo realmente horrible, lo mío es solucionable y tengo que sacar fuerzas para seguir adelante y gestionando. El año pasado se incendió el hospital, teniendo que evacuar 185 pacientes y dejandolo vacío porque nos quedamos sin luz, sin agua, con un humo terrible. Fue muy difícil tener que ubicar a todos, a chiquitos con respiradores, y sin embargo se evacuó a todos, según el doctor Alberto Crescenti, en tiempo record. Se logró gracias a la ayuda de toda mi gente que me respondió y colaboró. Comprar los insumos para un hospital tan grande, en la coyuntura económica del país, es muy complejo, pero no bajamos los brazos. Recorro el hospital, veo qué les falta a los médicos, a los pacientes. Intento bajar línea de que los médicos generen empatía con los pacientes, tengan dedicación y todos me responden muy bien, me respaldan. Es un privilegio poder tener esta función, de intentar ayudar a que cada paciente se vaya conforme del hospital, a que cada médico trabaje cómodo; es el granito de arena que intento sumar durante mi gestión hasta el día que me toque dejar el cargo. 

-¿Lográs hacerte tiempos para tu vida personal: esparcimientos, hobbys donde relajar de tu profesión?

-Además del hospital, tengo un consultorio de ginecología hace muchos años, y hoy se me complica mucho el tema de los horarios, estoy trabajando allí los sábados para poder mantenerlo porque va a ser lo que continúe cuando me retire del Ejército. Luego me encanta hacer mucha actividad física, me encanta. Lo hago por las tardes, aunque a veces tengo muy pocas ganas porque vuelvo del hospital muy cansada, pero me hace bien para despejar la cabeza de todos los problemas. Salir a comer o a pasear con mis hijos y mi marido, irme a la costa algún fin de semana largo, son cosas que intento hacer cuando se puede para cambiar un poco el aire, aunque mi teléfono sigue funcionando. 

-Con una vocación sumamente exigente y demandante, ¿cómo hiciste con la crianza de tus hijos cuando eran chicos? ¿Te costó mucho?

-Para cualquiera médico es difícil ese punto, por la vida que lleva con las guardias y la cantidad de horas y exigencia que le demanda la profesión. Mi marido me traía a mis hijos a la guardia, para compartir un momento: hemos pasado navidades, año nuevo aquí juntos en la guardia. La ayuda de mi madre y de mi esposo fueron muy importantes. A veces me cuestionaba la gran carga horaria que tenía y que me quitaba mucho tiempo con mis hijos, me sentía una mala madre por no poder compartir ciertas cosas básicas con ellos, como el día del niño o el día de la madre. Por suerte la etapa de tareas militares en campo, que exigían bastante tiempo, las hice antes de ser madre. Hoy mis hijos, ya grandes, me apoyan totalmente, me incitan a que siga adelante, a que no baje los brazos.

-Una porción de la sociedad, adoctrinada por ideologías totalmente sesgadas y extremistas, tiene un gran rechazo por las Fuerzas Armadas, ¿es algo que te cuesta entender o lo aprendiste a asimilar?

-Respeto los ideales de cada uno, todos son libres de pensar lo que quieran, pero la agresión hacia el otro no debe ser aceptada por nadie. A mí me tocó ir a la facultad a cursar medicina ya siendo militar, y antes de ingresar a la UBA me tenía que cambiar el uniforme y ponerme ropa de civil porque lo primero que leías al entrar eran carteles de índole “milicos asesinos”. Muchos años hemos salido a correr, para la preparación física del Ejército, con uniforme deportivo sin ninguna distinción que nos vincule con el Ejército porque había gente que nos insultaba, nos agredía. Lo mismo si subías a un colectivo, no podías hacerlo con el uniforme. Son cosas que molestan. Cada uno debe hacer su vida, elegir libremente sin hostigar al otro. Tuvimos épocas difíciles, hoy está todo un poco más tranquilo y relajado, se puede andar por la calle con uniformes de alguna Fuerza sin problema. El ser militar es una vocación de servicio y se arregla con lo que tiene y hace lo que puede.

Dentro de la encomiable lucha social y cultural por la igualdad de la mujer en cuanto a sus derechos y oportunidades, se podrían resaltar con claridad dos ejemplos inspiradores: Isela Constantini y Mónica Ávila. Una alcanzó el máximo escalafón dentro del sector privado llegando a ser CEO de una de las más jerárquicas multinacionales: General Motors. La otra consiguió hacer un extraordinario camino dentro de un ámbito como el ejército. Sin embargo, para algunas ´feministas radicales´ lejos de ser ellas dos mujeres de respeto, a una la tildarían de ´gorila, oligarca´ y a la otra de ´facho, milico´. Eso sí, aquella que, en una marcha, está haciendo sus necesidades en la vía pública o vandalizando instituciones, es bien vista.

-¿Qué opinás del ´uso´ del feminismo de cierta corriente?

-Hay mujeres que dicen ser feministas, pero a mí no me identifican como tal. Yo hice un trabajo de hormiga, empecé desde lo más bajo, trabajando y estudiando a destajo. Mi carrera fue lo más honesto, fui creciendo en jerarquía a pulmón, con mucho sacrificio. Demostré que todo lo que me propusiese podía conseguirlo. Estuve en un regimiento de infantería en Tartagal entre 900 hombres, donde al principio me dejaban de lado, y al siguiente año hice todas las actividades a la par de ellos, hasta pistas de sanidad, demostrando que podía. Hasta el jefe del regimiento cuando se fue me dijo que nunca imaginó que una mujer podía trabajar a la par de un hombre como lo había logrado yo. Siempre tuve la misión de crecer y aumentar mis grados jerárquicos con humildad y trabajo a conciencia, con plena vocación, con amor. Soy muy feliz haciendo lo que hago, llegué a este cargo sin que nadie me apadrine, nadie me acomodó en ningún cargo, todo lo conseguí a pulmón con un trabajo permanente, escalón por escalón, con sacrificio y muchas trabas en el camino. Cuando trabajaba de noche de enfermera en terapia intensiva y a la mañana tenía que rendir un final en la facultad, la persona que me tenía que tomar la guardia faltaba para que no pudiese ir a rendir, un egoísmo absurdo, pero nunca me doblegaron esos obstáculos, buscaba otra fecha y rendía en otro momento, nunca bajé los brazos. Por eso al pensar en todo eso no puedo evitar auto felicitarme por todo lo que pude conseguir.

“Soy un militar atípico, nunca me gustó que me den ordenes ni seguir las normas, porque significa que yo no pensé lo que tenía que hacer. Soy rebelde por naturaleza, el más crítico conmigo mismo. Mis amigos siempre se ríen de que justo haya elegido una profesión que implica obedecer, cuando nunca me gustó. Siempre intenté adelantarme con la iniciativa para que no me den órdenes. En una organización estructurada y vertical a veces tratar de ser distinto tiene sus costos. En cada lugar que estuve dentro del ejército, siempre logré generar cambios, y esa es mi satisfacción”, narró Vilgré Lamadrid en este portal.

-¿Cómo fue tu caso al respecto? ¿Siempre tuviste predisposición a acatar órdenes o te costó?

-Al principio me costó la disciplina militar, porque no estaba acostumbrada a que me dieran órdenes a los gritos, pero con el transcurso del tiempo lo asimilás y luego la aplicás a todos los órdenes de la vida. No te digo la militar, pero sin disciplina no podés vivir. Si bien existe un régimen verticalista, pasé por diferentes etapas del Ejército. En la época de cadete tenías que obedecer órdenes y cumplirlas y todo el mundo era superior a vos, pero me fui acostumbrando a ser dócil y adaptarme. Cuando vas creciendo en rango, vas recibiendo órdenes que te parecen correctas y otras que tenés la capacidad de decir que te parecen injustas, uno va ganando autoridad para discutir si una orden está bien dada o no y argumentar. Las generaciones fueron cambiando y hoy en día no podés ser autoritario con los subalternos porque, generalmente, no te responden, sino por el contrario, reaccionan mal y se mal predisponen. Hoy los gritos como forma de ordenar, no gusta, y hay que buscar otras actitudes para liderar. Lo siento por mis hijos también. En mi caso busco dirigir, pero en forma de solicitud, con buen trato y así me responden muy bien, me cumplen.

-O sea que vos como líder buscás un trato ameno y cordial…

-Sí. Por supuesto uno tiene que dar instrucciones y a veces hacer correcciones, pero en buenos términos, no necesito alzar la voz para sentir que impongo autoridad. Uno puede ser jefe y no ser líder, yo prefiero ser líder. Busco rescatar lo bueno de cada uno, he cambiado de lugares a médicos por sentirse más cómodo en tal lugar que en otro, para que trabajen sin presión extra, porque de por sí la profesión de médico conlleva mucha presión y responsabilidad por tener la vida de una persona en tus manos, tenés que saber diagnosticar, medicar y tratar, saber cuándo un paciente se puede ir de alta y cuándo se tiene que quedar. Si encima de eso, un médico tiene que trabajar presionando porque está en un ambiente de trabajo hostil desde su superior, se genera un desgaste grande, no tiene ningún sentido; siempre les digo que esto es un equipo de trabajo, nadie es más importante que otro: el hospital no podría funcionar sin residentes, sin mucamas, sin enfermeras. Todos tenemos un rol diferente en que trabajar, pero todos nos necesitamos. Si bien yo tengo el cargo de la dirección, no soy más importante que los demás.

-El Hospital Militar ese de primerísimo nivel…

-Sí, es un hospital de mucho prestigio. La mayoría de nuestros médicos pertenecen a las sociedades científicas de las diferentes especialidades. Los alumnos que llegan acá a rotar tienen promedio mayor a ocho, es decir que los residentes que terminan quedando fueron brillantes alumnos en la facultad. Además de aquí salen muchos médicos para tareas humanitarias, van en buques, van para la zona del litoral a hacer medidas de prevención, dar vacunas, anticonceptivos para mujeres que no pueden tener una obra social, dar medicaciones, el Ejército ayuda mucho en las inundaciones; siempre estamos presente para la comunidad, además de atender a nuestros pacientes en el hospital. La residencia de las Fuerzas Armadas es la única en la que una vez que uno la termina, quedás con trabajo. La mayoría de las residencias una vez que terminan, el médico tiene que ver dónde puede seguir trabajando. En algún momento de la carrera les puede tocar algún pase al interior, pero muchos que se fueron no volvieron más por lo bien que les fue económicamente en ese destino. En este hospital los médicos tienen futuro, además que pueden vivir en el Barrio Militar sin pagar el alquiler de una casa, entre muchos beneficios. 

-Cuando llegás a tu casa ¿sos de las personas que les gusta tocar temas de trabajo para descargar o, por el contrario, una vez que cruzás la puerta de tu privacidad, dejás la médica de lado?

-Trato de no mezclar las cosas, en mi hogar busco tocar temas de la familia y de la casa, salvo que en mi trabajo haya pasado algo importante y ahí sí lo compartís con la familia, sino, prefiero dejar los problemas del hospital de la puerta de mi casa para afuera, sé desconectarme.

-¿Cómo te llevás con el halago? Desde este humilde lugar te decimos que sos un ejemplo inspirador para toda la sociedad y buscamos resaltar tu encomiable labor…

-Por supuesto que es gratificante que te valoren, porque marca que lo que uno hace vale la pena, es reconfortante y un mimo al alma, pero no necesito del halago, porque sin halagos hubiese hecho la misma trayectoria que hice. Trato de solucionarle el problema a todos en el hospital, mi despacho tiene las puertas abiertas para recibir a quien se quiera acercar a comentarme algo, no por ser la directora soy inalcanzable. Hay gente mayor que viene en colectivo desde lejos, con el frío y no puede irse del hospital sin resolver su problema, les digo a los médicos que un paciente que no consiguió turno lo atiendan igual en el día, que no lo hagan venir otra vez.

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