Fernando Signorini
Por Damián Giovino (@DamianGiovino)
Es uno de los preparadores físicos argentinos más reconocidos y míticos. Compartió muchísimo tiempo con Maradona, y también entrenó a Messi. Su figura trasciende sideralmente su profesión para convertirse en uno de los personajes más interesantes que se pueden encontrar dentro del deporte: de una profundidad y capacidad de reflexión sublime, con un enorme desarrollo espiritual e intelectual; se anima a cuestionar y ser disruptivo con el statu quo en pos de pregonar sus valores e ideas. Humanizamos a Fernando Signorini, cabeza y alma puesta al servicio del otro y la búsqueda de un mundo mejor.
-Alguna vez Martino dijo de Bielsa que lo que más destaca de él es como, dentro de un ambiente en donde es tan fácil pervertirse y dejarse tentar por los manejes del negocio, pudo, a lo largo de su carrera, salir indemne de todo eso: manteniendo los valores, la honestidad y la dignidad. Lo mismo podría aplicar perfectamente para vos…
-Sí, pero eso es una decisión personal: podés ser oveja del rebaño o apartarte y hacer tu propio camino. No quiero trabajar en el fútbol argentino, porque, dicho entre comillas y sin vanidad: no me merece, porque a mí me educaron con otros valores que hoy no se respetan y se dejan de costado, hasta los desprecian. Como dijo Menotti, el fútbol tiene que ser una fantástica excusa para ser feliz. Tiene que ser un argumento formativo de jugadores y personas. De miles que arrancan en las inferiores, llegan muy pocos al profesionalismo, por eso hay que apuntar a la persona, si juega bien al fútbol mucho mejor. Entrenar es antes que nada educar. El fútbol, muchas veces, es una atracción fatal, y muchos caen en eso, en hacer concesiones. El sistema te quiere de una manera, por eso cuando te apartás, quedás fuera de él, y para mí eso no es un problema. Hay cosas que me resultan innegociables.
“Aquel al que el sistema no puede manipular y someter, lo va dejando fuera, lo expulsa”, dijo alguna vez la célebre Nacha Guevara.
-Sos una persona de una capacidad reflexiva muy profunda, que cuestiona lo establecido; es decir lograste ´despertar´ y salir de la matrix. Eso el sistema perverso en el que vivimos no lo perdona, porque no le es funcional a sus intereses: que vivamos anestesiados y girando en la rueda del hámster. ¿Fuiste sintiendo con el correr de los años que cada vez te volvías más marginado en muchos aspectos?
-Sí, pero también al revés, yo mismo me iba marginando del sistema, porque este tenía unas intenciones y yo las opuestas. Si soy la oveja negra, está bien, me preocuparía si fuese la oveja blanca en este sistema. No se puede decir una cosa y hacer otra. Mucho lo fui sintiendo por estar tanto tiempo al lado de Diego y darme cuenta de la instrumentalización y del uso que hacían de él. Porque el mismo chico que salió de Fiorito y era ignorado y despreciado, después fue elevado a la categoría de un Dios, sin preocuparse por la persona. Por eso cuando hablo de él, hablo de Diego y no de Maradona.
– La simpleza y la sencillez es un punto de llegada, uno de los puntos más altos de la sabiduría. El éxito debería medirse por la calidad de tu vida, más que por los logros materiales…
-Sin dudas que es así. La sociedad de hoy es una carrera a ver quién tiene más, no a quién es mejor. Hay que apuntar a la calidad de vida y no a la acumulación de cosas materiales. Conozco pobre gente que tiene millones de dólares y conozco gente riquísima que no tiene nada. No es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita. La felicidad está en las pequeñas cosas: en el compartir momentos con la gente querida, en el respetar al otro, en el aprender y en el disfrutar. En el detenerte a mirar un atardecer, en el, mientras todos corren apurados por la vida, detenerte a mirar como todos corren, en el disfrutar de las fragancias de las flores. Hoy eso la gente lo tiene olvidado y parece que vive par el juicio de los demás. A mí de Diego no me quedó absolutamente nada material, más allá de lo más importante: las anécdotas y los recuerdos. Algunos tendrán aviones privados, pero porque son narcotraficante, ¿eso es ser exitoso para la sociedad? ¿El tener cosas? La trampa es una porquería en el fútbol y en todos lados. Hay que darlo todo de uno y ya. En la vida se pierde mucho más de lo que se gana. La victoria y la derrota son dos grandes impostoras porque el mediocre ante la victoria se cree el rey y ante la derrota se siente un imbécil.
-Como decía Ernesto Sábato: “Levantar edificios de 30 pisos para que vivan encerrados en cubículos de cemento niños que nunca van a ver una puesta o salida del sol, eso no es progreso”.
-Exacto. Como decía Eduardo Galeano de que el hombre vive como si fuese inmortal, porque no tiene tiempo para detenerse a pensar de su pequeñez ante el cosmos. ¿Por qué tanta vanidad? ¿Por qué tanta soberbia? Cuando vas a algún velatorio de alguien querido, parece que todos los que están ahí son candidatos al Premio Nobel de la Paz, pero termina eso y al otro día son capaces de empuñar un arma. Tuve la suerte de estar mucho tiempo en contacto con la naturaleza porque me crie en el campo. Me encanta sentarme a ver las estrellas.
– Has dicho una vez que está de moda todo lo que tiene que ver con la estupidez…
-Sí, y es un motivo de angustia porque te preguntás hacia dónde va la sociedad y hacia dónde la están llevando. Parece ser que es más importante ´pertenecer´ que pelear por los valores, porque eso te va a dejar solo. A mí me encanta estar solo porque ahí uno piensa, reflexiona, desarrolla la sensibilidad, que es la máxima virtud de un ser humano. Si sos sensible sos respetuoso, honesto, leal, noble. Hay otros que la piensan de otra manera. Vos podés tener conocimiento e imaginación, pero si no tenés sensibilidad no te sirve para nada, porque el que hizo la bomba atómica tenía mucho conocimiento e imaginación, pero no sensibilidad. Hoy el sistema busca hacerte más vulgar, frívolo y grosero; basta con prender la televisión para darse cuenta. Mejor es agarrar un libro y escuchar un buen tema musical. Hoy todo es ruido.
“La verdadera revolución es observarse a uno mismo. El hombre se ha vuelto incapaz de enfrentarse y rebelarse internamente, necesita una transformación radical. De nada servirán las revoluciones sociales y culturales si primero no hay una revolución interior. Con nuestra ambición, codicia, envidia, violencia, corrupción y miedo; hemos creado esta sociedad, La sociedad no está separada de uno, somos parte, pero luego culpamos a la sociedad”. Jiddu Krishnamurti.
-Se nota que sos rebelde ante el poder y el statu quo, pero todo comienza por uno, sino de nada sirve…
-Totalmente. Hay que atreverse a reconstruirse permanentemente. Hay que dudar hasta de nuestras propias certezas, reflexionar permanentemente. Hay que tener convicciones muy fuertes. Hoy uno puede tener una certeza y el día de mañana, a través del bagaje que te da la vida producto del buscar enriquecerte gracias al conocimiento, cambiás de parecer. Uno nunca llega a saber todo y no debe ser fundamentalista. Lo que no haría es lo que hacen los políticos que hoy están con una ideología y mañana con otra en base a sus intereses para siempre acomodarse. Mi ideología es siempre la misma, pero dentro de esa uniformidad uno le va buscando variantes y matices. Un verdadero maestro es aquel que guía al alumno al aprendizaje, teniendo como objetivo central que el alumno lo supere, aunque lo contradiga. De otra manera, es solo la teoría conductiva… en donde el maestro te tiene encerrado dentro de su cosmogonía y no podés salir de ahí. Así el proceso educativo no avanza nunca, porque solamente una generación repite lo que la mayor le dice que a su vez esta está repitiendo de lo que le dijeron anteriores personas. Uno es libre solo cuando crea. No creo en el libre albedrío, por eso vivo sin hacerme tanto problema, porque las cosas dependen del destino del universo, por más que nuestra vanidad nos haga creer que no. Las cosas pasan y punto. Le tenemos un temor brutal a la muerte y eso no hace creer en cosas, yo no creo en nada, el día que me toque, que me toque y se acabó; no le tengo miedo a la muerte, le tengo miedo al dejar de vivir.