Sugar Ray Leonard: distinto dentro y fuera del ring
Por Damián Giovino (@DamianGiovino)
Es considerado el púgil más veloz de la historia del boxeo. Arriba del ring mostró un timing perfecto, casi sobrenatural. Abajo, fue un bicho raro para la media de los boxeadores: perfil bajo y para nada bocón, de mirada tierna y sonrisa llena de simpatía; se convirtió en un ´empresario´ de él mismo, administrando y cuidando su fortuna e imagen con notable inteligencia. No le interesaba ser profesional de este deporte y su ambición era estudiar en la universidad. Terminó peleando motivado en ganar dinero que necesitaba para su familia. De chico lo tildaban de afeminado y fue abusado sexualmente. Disputó solo 40 combates y fue Campeón Mundial en cinco categorías distintas. La historia de Sugar Ray Leonard, absolutamente singular dentro y fuera del cuadrilátero.
Resulta muy paradójico que, a uno de los boxeadores más temibles de todos los tiempos, su familia, cuando era chico, lo considerase demasiado blando y poco varonil. Pero así ocurrió. Al menos, en algunos ojos ajenos, esa era la imagen superficial que transmitía debido a su cara ´angelical´. Antes de introducirse en el deporte de los puños, practicó lucha libre, ballet, patinaje y gimnasia. A partir de los 14 años se empezó a volcar seriamente por el boxeo, aunque nunca le interesó ser un profesional y dedicar su vida a eso. En sus planes de su futuro avizoraba el estudiar en la universidad las carreras de Administración de Empresas y Comunicación. A tal punto que tuvo una beca de la Universidad de Maryland, pero debió rechazarla porque la vida le marcó su destino. Tras obtener la medalla de oro en los JJOO de Montreal 1976, en la categoría de superligeros, Sugar pensaba abandonar el boxeo para abocarse a los libros, pero cuestiones familiares desafortunadas torcieron su rumbo. Su padre se puso muy enfermo con tuberculosis y meningitis, y necesitaba generar ingresos para poder ayudarlo. Sumado a que su madre padeció un infarto y a que él ya era padre de una criatura. Así es que vio en el boxeo la puerta en donde obtener dinero para dichas cuestiones. Pero no sería solo una profesión rentable, ya que en ese joven se proyectaba, debido a su enorme potencial y talento, y su encanto fuera del ring; una futura estrella mundial, considerado el sucesor de Mohamed Ali.
El estilo de Leonard fue único e inimitable, ya que rompía con lo que dicta el sentido común. Sus movimientos en el cuadrilátero lo convertían en una especie de rayo y fantasma. Fue el más rápido y ágil púgil de todos los tiempos. Además de su depurada y elegante técnica, y su notable inteligencia e imaginación. Verlo arriba del ring era asistir a una obra de arte, una fantasía. Su combinación de manos y variedad de golpes era impactante, manejando ambos perfiles de manera formidable. Peleó solamente 40 veces, una cifra inusitada para un boxeador de élite mundial. Se retiró ¡cuatro veces! del boxeo por diversos problemas físicos, y siempre sus regresos fueron épicos, a excepción del último, que, todo lo contrario, fue el declive absoluto de su carrera. Ganó 36 combates, 25 por KO; empató uno, y perdió solamente tres, dos en su mencionado lamentable último regreso en su ocaso ya casi con 40 años, sufriendo su único KO en su despedida definitiva. Fue campeón en cinco categorías distintas: welter, super welter, mediano, super mediano y medio pesado. Venció a rivales de la talla de Wilfredo Benítez, Roberto Durán y Marvin Hagler. Y con Tommy Hearns protagonizó el que muchos especialistas definen como el combate más dramático de la historia: Hasta el 12° asalto ganaba Hearns. Pero en las últimas tres vueltas -las peleas eran a 15- Leonard dio una demostración de técnica, velocidad y precisión que obligaron al árbitro a decretar el K.O en el último minuto del último round. Fue un combate épico, inolvidable, jamás igualado.
Fuera del ring Leonard también atraía la atención por su forma particular de ser, poco habitual para un boxeador. Sumamente perfil bajo y caballero, nunca alardeaba de su grandeza. De un carisma notable, irradiaba alegría. Sumado a su inteligencia para gestionar y manejar su carrera. El combo, de la suma de lo que generaba arriba y abajo del cuadrilátero, lo convirtieron en la figura más atractiva y popular del momento. Fue el empresario de su propia imagen y economía. Fue el primer púgil en superar la cifra de cien millones de dólares en ganancias. Supo administrar con mucha sabiduría su fortuna y no la despilfarró. Se convirtió en un hombre de negocios, con un excelente manejo para explotar su imagen, haciendo publicidades para diversas marcas de ropa, bebidas, etc. También se desempeñó como promotor y comentarista de tv. Lejos de desperdiciar su dinero, lo acrecentó, y hoy, con 65 años, tiene un patrimonio estimado en los 120 millones de dólares. Durante su carrera nunca cayó en la habitual dependencia de los boxeadores con los promotores para organizar peleas, arreglos que, en muchísimos casos, salen perdiendo económicamente, recibiendo mucho menos ingresos que los que les corresponderían. Sagaz y avispado, él mismo contó el por qué: “Había visto tantos escenarios horribles: situaciones en las que los luchadores legendarios fueron aprovechados económicamente, y al final de sus carreras no tenían nada que mostrar por su trabajo. Me convertí en profesional para ganar dinero para pagar las cuentas. Me presentaron a un abogado, y él me mostró cómo estructurar mis peleas de una manera que me permitió controlar mi vida y mi legado. Nuestro enfoque no tenía precedentes en ese momento”.
En el plano personal también llevó una vida ordenada. No solo cuidó su fortuna, sino también su salud (física y mental) y familia. Vive con su esposa hace 26 años. Tiene cuatro hijos. Se mantiene en óptimo estado físico, entrenando y haciendo actividad. De alma solidaria, Sugar tiene una fundación para ayudar a niños y combatir el abuso de menores, y recauda dinero para la investigación de la diabetes pediátrica. Pero no todo fue color de rosas en la vida de Leonard. Tuvo sus momentos de oscuridad y perdición en la etapa en que padeció adicción a las drogas y el alcohol. La depresión también lo azotó en cierto pasaje de su vida. Hoy brinda charlas aleccionadoras contando su experiencia con las adicciones, para ayudar a la sociedad. Concienzudo, para él todo era sencillo de entender y nunca el éxito lo mareó: “no soy religioso, pero creo que lo que tengo es un don; lo respeto y estoy a la altura. Cuando gané la medalla de oro, aunque fue un gran logro, tan pronto como me la pusieron, eso era todo”.
Cuando aún era menor de edad, fue víctima de abusos sexuales por parte de un famoso entrenador olímpico de boxeo. Una de esas oportunidades la relató crudamente de forma pública, muchísimos años después, el propio Leonard: “dentro de un automóvil en un estacionamiento vacío de un estadio. Antes de que me diera cuenta, me bajó el cierre del pantalón, metió la mano y luego acercó su boca. Esto me causó pesadillas toda la vida. No grité, no lo miré. Sólo abrí la puerta y corrí”.
Se podría haber despedido como lo que es, una leyenda absoluta, a lo grande, siendo campeón; pero lo hizo sufriendo su único KO, dando una muy triste imagen. A él no le interesó: “regresé a pelear esa última vez porque los boxeadores somos guerreros. Nacimos para luchar, para estar en un ring, porque siempre creemos que vamos a poder, eso es todo. No es por la plata, es por la gloria, es por el orgullo, es porque lo llevamos en la sangre”.