Daniel ´Sargento´ Giménez
Por Damián Giovino (@DamianGiovino)
El árbitro más particular que tuvo el fútbol local. Alcanzó el rango jerárquico de Suboficial Mayor del Ejército Argentino. Participó en el conflicto del Beagle y estuvo en el puerto San Julián en la guerra de Malvinas. Campechano y cordial, pero hombre de rigor. Para él, la lealtad, dignidad y valores moldean su filosofía de vida. Hincha del Rojo. Directo y sin ambages. Humanizamos a Daniel ´el Sargento´ Giménez: detrás del traje adusto, un tipo cálido.
-Haz ejercido dos profesiones de mucha responsabilidad y muy demandantes. Ahora que estás retirado de ambas, ¿qué cosas que antes no podías, disfrutás y realizás?
-La libertad de hacer lo que uno quiera. Pasar tiempo con la familia, compartir gratos momentos con los amigos. Luego, lo más importante de mi día es una hora y media que me regalo para hacer actividad física: salir a trotar, a caminar, a andar en bicicleta; lo disfruto mucho, y más cuando llueve. Hace un tiempo tuve Covid y mi actividad física y el tener las defensas altas me ayudaron mucho, porque no padecí ni fiebre, ni dolores articulares. Solamente perdí momentáneamente el gusto y el olfato. El cuidado personal me ha favorecido.
-El fútbol como juego es maravilloso, pero fuera del verde césped es un ambiente, muchas veces, turbio. ¿Quedaste asqueado del negocio del fútbol?
-Al fútbol le he ofrecido mucho tiempo de mi vida y mucho sacrificio a través de mi profesión de arbitraje. Traté siempre de hacer las cosas de la mejor manera posible, conservando los valores que manejo en mi vida y que son la lealtad y la sinceridad. Es un ambiente bastante complejo. Con los futbolistas mi trato era de 90 minutos, nunca entablé amistad con ninguno, pero siempre los respeté porque ellos son los verdaderos protagonistas, a los que va a ver la gente al estadio. En su gran mayoría, los jugadores son buenas personas. Yo los respeté y fue recíproco hacia conmigo. Me sentí muy respetado por ellos. El fútbol en su esencia es un deporte hermoso y barato, porque cualquiera puede jugarlo. Con respecto a lo que se mueve alrededor del fútbol: da asco. Yo a los dirigentes los respetaba mucho, hasta que me di cuenta lo que eran. Muchos de mi época terminaron involucrados en casos de corrupción. Debe haber árbitros corruptos, pero alguien los corrompe. Quedé muy decepcionado con algunos que nos representaban.
-¿Te sentías un bicho raro?
-Totalmente. Tuve la suerte de ser parte de una camada de árbitros como Javier Castrilli y Horacio Elizondo: gente con mucha personalidad, que no le caíamos bien al sistema porque éramos una piedra en el zapato. Nunca voy a discutir el campeonato de Racing del 2001, pero a mí no me tocó dirigirlo en un solo partido de todo el torneo. Todos menos Daniel Giménez arbitraron a Racing esa campaña. Yo decidí rescindir mi contrato en 2007 tras el partido por el ascenso a Primera entre San Martín de San Juan y Huracán, ya que me querían aplicar una sanción cuando no cometí errores. El tiempo que adicioné fue porque a cada jugador de Huracán que se tiraba simulando estar lesionado, le decía que iba a recuperar todo el tiempo que perdían. Hubo seis cambios. Si armaron todo para que Huracán ascienda, se equivocaron de árbitro. En el vestuario un dirigente de San Martín vino a insinuarme determinadas cosas y lo llamé al presidente para decirle que, si ellos habían arreglado algo, yo no tenía absolutamente nada que ver, que sepa que conmigo podían ganar, empatar o perder. Están de testigos los dos árbitros asistentes, el cuarto árbitro y los de seguridad. Ninguno de los que estaban en ese vestuario salieron nunca a contar lo que dije ahí adentro. Tenía un año y medio más de contrato, pero lo rescindí. Hay algo que no negocio: mi dignidad.
A los 15 años Daniel ingresó a la Escuela de Suboficiales y a los 17 egresó como cabo. A esa misma edad estuvo en el conflicto del Beagle y a los 20 en el puerto San Julián en la guerra de Malvinas.
-Es muy poco común que a tan corta edad un chico viva todas esas cosas. ¿Sentías que tenías la vocación y el oficio innato de militar?
-Me di cuenta de eso cuando los vi crecer a mis hijos. Cuando pensaba: ´mirá, este ya tiene 15 años y yo a su edad ya me estaba proyectando en el plano militar´. Siempre traté con gente mayor, era el menor de todos mis amigos y de las personas con que me codeaba y rodeaba. Tomaba el ejemplo de aquellos con más experiencia en la vida que me iban enseñando cosas y así fui creciendo, asimilando y aprendiendo; me sirvió mucho. Una vez un Suboficial Mayor me dijo: ´la vida es una circunstancia, en donde sobreviven los más fuertes y sobresalen los más inteligentes y atrevidos´. Atrevidos no de maleducados, sino de tener audacia, de animarse.
-Son hincha de Independiente. Al ser chaqueño ¿La primera vez que entraste a su cancha fue como árbitro? ¿Qué sentiste?
-Sí, fue como árbitro. No podía creer estar entrando a la cancha de Independiente y pisar el césped en donde corrió el Bocha, Daniel Bertoni. Estar dentro de la cancha que tantas satisfacciones y alegrías nos brindó a los hinchas. De todos modos, nunca fui un fanático. Lo que tampoco podía creer fue cuando dirigí mi primer Boca-River, el día que Hugo Romeo Guerra hizo un gol de nuca. Pensaba en las canchitas polvorientas del Chacho, y yo estaba arbitrando un Superclásico en la Bombonera que explotaba de gente.
-Chaco es una hermosa provincia, pero, junto a Formosa, Santiago del Estero y el Conurbano; es el máximo ejemplo del fracaso del estado a lo largo de los años. ¿Qué te genera ver tanta decadencia?
-Estoy en uno de los lugares más pobres del país. Como representante de mi provincia, me tomé el trabajo de conocerla a fondo y estudiarla. Hace muchos años que el Gobierno Nacional provee económicamente para que estemos en otra posición y en otro nivel, pero da asco ver cómo manejan el dinero. La ignorancia y la pobreza extrema que hay es tremenda. Ver la mirada temerosa y asustada de los chiquitos y adultos que no tienen absolutamente nada, es muy triste. Es lamentable lo que ocurre en provincias como Chaco, Formosa, Santiago del Estero.
-Siendo un país de tanta riqueza natural y capacidad humana, ¿por qué crees que estamos en caída libre hace muchísimos años?
-Lamentablemente los que conducen el país no tienen valores, manejan códigos de mafiosos. De un día para el otro encontrás un puntero político que no tenía absolutamente nada y de repente aparece en una cuatro por cuatro, se muda a una mansión. Después pasa a ser diputado, senador y hasta puede llegar a ser presidente. Lo mismo ocurre con los sindicalistas, que en su vida agarraron una pala o un martillo y son mega millonarios. Tenemos dirigentes, que conducen el país, absolutamente corruptos. Así nos va. Hay que apuntar a la educación. Es lamentable lo que estamos viviendo.
-Gran parte de la sociedad, con o sin conciencia, se ha dejado adoctrinar y fanatizar. Eso hace que hoy tengamos muy poca capacidad de análisis crítico porque tenemos una mirada sesgada que enceguece…
-Es muy fácil fanatizar a un ignorante, lo que me sorprende y no me entra en la cabeza es que hayan fanatizado a tipos profesionales e instruidos. A un ignorante le das un choripán y un plancito para que cobre, y para él no va a haber mejor persona que vos, va a matar por vos. También se puede adoctrinar a un estudiante de alguna carrera de humanidades y demás, hasta que se da cuenta. Pero ver fanático a un médico, a un ingeniero; tipos de más de 40 años, no es normal, salvo que también sean grandes corruptos.
“Los argentinos dejamos de respetar al prójimo. Se han tergiversado los valores. Nos han llevado a pensar que, si el otro tiene algo mejor, hay que dudar de él. En vez de disfrutar la mejora del otro, la sufrimos”, expresó en charla con Humanizados el mejor árbitro en actividad, Pato Loustau.
-Vivimos tan al revés que parece que el que logra avanzar y crecer por mérito propio, está mal visto…
-Absolutamente de acuerdo. Antes dejame decirte que tengo un gran aprecio por Pato Loustau y quiero mucho a su papá, Juan Carlos: un ejemplo de ser humano en todo sentido. El Pichi cuando era director lo podría haber ascendido a Pato y no movió un dedo. Lo que se ganó Patricio fue a través de su sacrificio y grandes condiciones, nadie le regaló absolutamente nada para llegar a donde llegó. El Pichi me ha dejado muchas cosas positivas, es una persona de bien, con valores, y así también salió su hijo. Yendo al punto, tal cual: aquí dudan cuando te va bien, dicen ´¿che, en qué andará este?´ sin saber el sacrificio que uno hizo para lograr tal cosa. Pareciera que te tiene que dar vergüenza si te va bien y te das un gusto. Cuando algo se consigue por la dedicación y el sacrificio, no se le tiene que rendir cuentas a nadie. Valoro la libertad de poder caminar sin tener que correrme de vereda cuando me cruzo con la gente. No tengo nada que esconder.
“Hoy los chicos tienen una tolerancia limitada, se frustran rápido. Los procesos son a largo plazo. Hay que tolerar y aguantar. A veces los padres le generan una presión porque lo cargan de mucha expectativa”, reflexionó José Meolans con ´Humanizados´.
“Algunos buscan motivar con mensajes positivos siempre. Eso es populismo. Hoy se buscan resultados inmediatos. Mejorar cuesta, entonces como los resultados inmediatos no se dan, la gente se frustra enseguida. Hoy en día hemos hecho del pasarlo bien lo esencial de la sociedad. Todos tenemos menos obligaciones que derechos. El pasarlo bien tiene sus consecuencias y es que cada vez queremos las cosas más fáciles y en menos tiempo. Todo lo que facilita en exceso, debilita, porque no te obliga lo suficiente. ¿Cómo aprendes a aguantar y resistir un poco más si te facilitan las cosas?”, afirmó alguna vez Toni Nadal, histórico entrenador de Rafa.
– ¿Hoy el rigor, en el buen sentido, está mal visto?
-Muy cierto. Trabajé con mis hijos en ese aspecto. Hay que tener dedicación, esfuerzo y sacrificio. Si te tropezás o te caes, hay que levantarse y seguir. Hay que ser constante y resiliente. Cuando las cosas no van bien, hay que ponerle el pecho y seguir avanzando. Siempre hay que intentar. Hoy los chicos se frustran fácilmente. Pasan mucho tiempo sin hacer ninguna actividad. Un chico tiene que estar activo permanentemente. Tiene que aprender a perder, porque ya va a haber tiempo para ganar. Hoy no aceptan las derrotas y son ellas las que te fortalecen. Si algo no sale, hay que prepararse mejor para el próximo intento. Así es la vida.
“El asistencialismo nunca ayudó a poner de pie a un pueblo, más bien lo puso de rodillas y lo subyugó a la clase política que se aprovechó de sus habitantes. Si no se atacan en serio las causas de la pobreza, es para seguir aprovechándose de ellos, utilizándolos. Junto con la pobreza económica se viene abajo la autoestima y la moral. A los pobres hay que ayudarlos con trabajo y no sin que haya una contrapartida a la ayuda que se recibe, porque si no caemos en el asistencialismo, que implica faltar el respeto a la dignidad de la persona humana porque se la hace dependiente de otros y no es libre. Se valora lo que se consigue sudando, con esfuerzo y superación; no lo que se obtiene como regalo. Las reglas son claras: trabajo, disciplina, honestidad, educación y respeto”. Pensamiento de Pedro Opeka, el argentino que realizó, en Madagascar, una de las obras humanitarias más loables de la historia.
– ¿A los argentinos nos han sacado la dignidad?
-Sí. Hay una sola herramienta que nos puede sacar de todo esto: la educación. La gente tiene que pensar, analizar. Tiene que crecer a través del esfuerzo, la dedicación y el sacrificio; sin que nadie te tenga que regalar nada. Como era antes en donde se ganaba el pan de cada día con el sudor de la frente. Hay muchísimas cosas por hacer, pero, para los políticos, la pobreza es un negocio. Tener gente ignorante es un negocio. Abunda la droga, que destruye a los jóvenes.