Andre Agassi: el astro que odiaba su vida
Por Damián Giovino (@DamianGiovino)
Es uno de los más célebres deportistas de la historia. Dentro de la pista, dueño de un talento excepcional. Fuera, uno de los personajes más singulares que ha dado el deporte: rebelde, histriónico e innovador; con un encanto y estilo único. Mega exitoso, lo ganó todo, siendo durante largo periodo número uno del mundo. Multimillonario. Estrella reconocida en todo el planeta. Detrás de todos los alardes y los flashes, se escondía la persona: alguien que sufría profundamente ser lo que era. Odiaba jugar al tenis, no estaba conforme con la vida que llevaba, ningún logro lo llenaba emocionalmente. Una historia cruda y dura de los engaños del éxito. La gente ve solo al personaje público, triunfante e imponente, pero cuando todo se apaga queda el ser humano, y allí, Andre Agassi, era muy infeliz.
“Siempre pensé que todo ese vacío interior que sentía cuando jugaba se acabaría el día en que llegara al número uno, que todo cambiaría. En cambio, fue mucho peor, porque llegué y no sentí nada de nada. Todo ese esfuerzo, ese renunciar a tantas cosas, para no sentir nada. Lo recuerdo como si fuera ayer, porque el momento más bajo de mi vida fue cuando llegué al momento más alto. Cuando gané mi primer Grand Slam, se suponía que debía ser una persona distinta, todo el mundo me lo decía. La prensa me ponía en un pedestal, pero yo no sentía que me haya cambiado el haber ganado. Al contrario, me sentía como si me hubieran hecho participe de un secreto sórdido: ganar no cambia nada. Sé algo que se permite saber a pocas personas en este mundo: las victorias no nos hacen sentir tan bien como mal nos hacen sentir las derrotas, y las buenas sensaciones no duran tanto como las malas. Con gran diferencia. Cuando alcancé el N° 1 del mundo, le dije a la prensa que estaba contento por el logro, que es agradable llegar a lo mejor que se puede, pero era mentira, no era en absoluto lo que sentía, era lo que quería sentir, lo que se esperaba que sienta, lo que me decía a mí mismo que debía sentir; pero, en realidad, no sentía nada. Era el mejor jugador de tenis del mundo y sin embargo me sentía vacío. Hay mucho vacío en algunas formas de triunfo. Si ser Nº1 me hace sentir así, ¿qué sentido tiene serlo? ¿Por qué no me retiraba y punto? Me decía: ´ No concibo que toda esa gente quiera parecerse a Andre Agassi, dado que yo no quiero ser Andre Agassi´. No me gustaba mi vida. Ni siquiera yo sabía quién era. Vivía en un estado de conflicto permanente. Odiaba con toda mi alma el tenis. Cada vez que salí a jugar sentí que estaba fingiendo. El tenis me causaba demasiados trastornos personales, demasiadas rupturas. Jamás elegí jugar al tenis, lo hacía como medio de vida. Que tengas mucho no significa que ames tu vida. El éxtasis de la fama dura poco y es muy insustancial. Cuando eres famoso todo el mundo te conoce, sí, pero eso no cambia nada, ni cómo vives ni quién eres realmente. En caso de ser algo, la fama es una distracción. Algo que te despista de la vida que realmente quieres llevar. El fracaso y el éxito son una ilusión. Llegué a ser Nº1 del mundo pensando que ese era el objetivo, que me llenaría de satisfacción y me haría amar lo que hacía, comprometerme más. No fue así, cuando llegué a ser Nº1, nunca había estado tan desconectado como en ese momento de mi vida. era el número uno más infeliz del mundo. Como consecuencia caí en picada al puesto 140. Les sorprendió a todos menos a mí. Sabía que todas mis decisiones diarias me llevaban por el mal camino. Cuando toqué fondo tuve que tomar una decisión: o lo dejaba o empezaba de nuevo. Decidí tomar las riendas de mi vida. Decidí encontrar mis motivos para jugar. Iba a trabajar todos los días con objetivos diarios y diciéndome: ´no sé si volveré a ser Nº1, pero sí sé lo que puedo hacer que es ser mejor de lo que soy hoy. Sé que puedo mejorar, sé que puedo controlar lo que está bajo mi control que es mi ética de trabajo, disciplina, concentración y mis insaciables ganas de mejorar cada día´. Haciendo eso me sentí más concentrado que nunca. No creía que fuera a volver a ser Nº1, pero día a día fui adquiriendo impulso y cuando regresé a la cima no fue como cuando llegué la primera vez. Me sentía muy comprometido, pero no más que cuando estaba 140º. Lo único que es realidad es la forma en que decides vivir tu vida día a día. Despertarse cada mañana con objetivos. Que el futuro no afecte lo que hacés hoy. Ni el pasado tampoco. Céntrate en el presente, disfruta mientras mejoras. Yo tengo mis cicatrices, todos las tenemos. Pero las mías son visibles. Si no tienes cicatrices es que no has vivido. Así de simple. Lo pensé en las pistas, cuando tuve que volver a recorrer al camino hacia arriba, o al menos intentarlo: el punto más importante del partido siempre es el que viene a continuación”.